Hace unos días quedé con unas amigas para hacer un pizco de deporte. En una de las interrupciones del juego, dos de nosotras aprovechamos para beber agua. Bebíamos al estilo botijo de unas botellitas de plástico y a las dos se nos mojó el escote.
Hacía bastante calor y nosotras sudábamos debido al esfuerzo, así que sentir el chorrillo helado cayendo barbilla abajo fue muy agradable.
Eso me dijo mi compañera. Me comentó que le encantaba mojarse «el canalillo» y yo estuve de acuerdo. Es más, apunté que, a nuestra edad, ésa era una de las escasas ocasiones en las que podíamos darnos ese gusto en público sin que nos miraran mal. Añadí que quizás nos gustaba tanto porque nos recordaba a la infancia.
Dejar caer el agua por el canalillo cuando una bebe al estilo botijo -o al estilo bota si es de vino-, es un placer infantil y refrescante y, además, tiene un ingrediente de rebeldía que no hay que despreciar. Pero yo valoro más lo primero, lo de la vuelta a la infancia, porque ya he dicho en más de una ocasión que soy una sentimental.
A lo mejor por eso me gusta tanto la serie Cuéntame, a la que acaban de dar hoy el primer Premio Nacional de Televisión. Hay momentos del programa que me transportan a mi infancia, casi tanto como me ocurrió el otro día con el refrescante y casi pecaminoso desbordamiento de agua mineral sin gas.
En la foto, las dos parejas protagonistas de Cuéntame en las calles de Vegueta, el barrio histórico de Las Palmas de Gran Canaria.
Agua por el canalillo
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Cuinpar
¡¡¡Hoy me comí un Munchmallow!!! ¡De los de antes, que pensé que ya no existían!
Treinta años tengo, sí. Pero como si tuviera siete. n_n
Un beso, Ángeles.
I.
Sonia
Yo tb probé el munchmallow, es como el de antes, con su nube cremosa y ese sabor inconfundible, nada que ver con el tea cake, que es asqueroso con ese merengue dulzón.
Ángeles Arencibia
Qué es el munchmallow