Esta mañana mi costilla, las churumbelas y yo partimos rumbo a la Gran Canaria interior, dispuestos a pasar un día de campo. El asunto no tiene más interés que el hecho inusitado de que ni mi costilla ni yo íbamos armados con nuestros correspondientes teléfonos móviles. En mi caso, porque el sábado por la noche salí del periódico sin él y malditas las ganas de volver a buscarlo. En el suyo, porque le dio la gana.
Se puede decir que lo mío fue una privación impuesta, pero no así la de mi media naranja que lo hizo con alevosía y a sabiendas de que ¡yo lo había olvidado!
Me enteré de improviso, cuando ya había arrancado el coche y conducía feliz sintiéndome dominguera por todos los poros de mi piel. Sólo me faltaba cantar a voz en grito aquella canción que decía «.. adelante hombre del sescientos la carretera nacional es tuya.. «. Aunque yo hubiera dicho «..mujer del sescientos».
Poco me duró la fiesta. Recuerdo que iba a realizar un cambio de carril, cuando noté por el rabillo del ojo que él me taladraba con esa mirada que guarda para las grandes ocasiones. Me espetó: » Voy sin móvil».
Así, sin más, sin que le temblara la voz. Sin excusas, sin una explicación…
Reconozco que me dejé llevar por el pánico. ¡Un día entero sin móvil fuera de casa¡ Mi cabeza empezó a idear posibilidades de catástrofe que no íbamos a poder solucionar porque estábamos ¡ya! incomunicados. Si el coche se para, si nos quieren avisar, si ocurre algo, si alguien se pone enfermo, los si, si, si, si daban vueltas a mi cabeza mientras trataba de mantener la atención en la carretera.
A los pocos minutos me convencí de que la decisión no tenía vuelta de hoja y traté de dominarme. Como terapia acudí al pasado e intenté recordar aquellos tiempos, no tan lejanos, en los que sólo había teléfonos inmóviles. Pensé que la humanidad había sobrevivido y empecé a serenarme.
El teléfono inmóvil
Publicado en: miscelanea
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Esther
Yo decidí comprarme el móvil allá por el 96, cuando me vi perdida en un camino de cabras en La Palma, yendo a resolver un problema técnico al Museo de La Zarza. Tras unos cuantos momentos de paranoia (que si se me para el coche a ver qué hago, que si me pierdo y no sé salir de estos montes, que si…), decidí que si llegaba viva a mi destino, me compraría un móvil, a pesar de haberme resistido a ello durante mucho tiempo.
Y así lo hice, me compré el móvil y quiso la suerte que volviera a ir por el mismo camino de cabras perdido de la mano del ser humano, a solventar otro problema técnico. Pero esta vez iba mucho más segura, porque iba con móvil. Hasta que me di cuenta de que, en ese camino de cabras, no tenía cobertura 😛
Sergio (Avatareño Mayor)
¿Seguirán existiendo las cabinas telefónicas?
Ángeles Arencibia
El pequeño detalle de la cobertura.. pero sí a mí también me da seguridad el llevar móvil esther.
Ángeles Arencibia
Sergio, sí. Esta mañana, que seguía sin móvil, lo intenté con dos. La primera no sabada señal y en la segunda… resulta que no llevaba monedas..
ELIA
Pues si , existe la vida sin movil …..¡¡¡No pasa nada de nada !!!!Esa paranoia se debe al mal uso del aparato en cuestion .Que es comodo porque te localizan , si , pero tambien te dan la vara …….si vas de domingo . con tus hijas en el coche,(dato importante) a pasar un dia de campo NO PASA NADA ,NADA DE NADA …. y si por lo que sea no estas tranquila , efectivamente te vas a una cabina y llamas para saber si esta todo O.K ,no hay porque sacar las cosas de quicio.
Cuantas menos dependencias te crees » moito mellor» ¿no te parece?.
Ángeles Arencibia
Pues sí, Elia. Lo que pasa es que todo crea vicio. Un beso.
ELIA
Ya sabes que los vicios son fatales pues son muy dificiles de abandonar ………