Demasiadas chicas gordas

Hace tiempo que expertos y autoridades sanitarias alertan contra la epidemia de obesidad que se nos viene encima, o que ya tenemos encima. No me había dado cuenta de lo grave que es la situación de una manera directa hasta hoy.

He caído del guindo debido a una serie de encuentros. Por razones que no vienen al caso, esta mañana de sábado no fui al supermercado habitual, sino que hice una compra de supervivencia en otro que me quedaba más a mano. Está ubicado en un polígono industrial y, al parecer, debe su éxito al precio de sus productos congelados, a juzgar por las tongas de hamburguesas y los bolsones de perca del Nilo y de chuletas de cerdo que acarreaba la gente.
Coincidí con una pandilla de jóvenes de, yo diría, en torno a la veintena, que preparaban un asadero o algo así. Cuando me topé con ellos estaban ante el anaquel de las bebidas ponderando una marca de ron u otro alcohol incoloro. Yo iba a por una botella de vino y cuando pude decidirme por una, me di la vuelta para salir por la otra banda del anaquel.
Entonces me tope con su espalda. Era enorme en alto y sobre todo en ancho, y por los bordes sobresalían dos manitas que trataban de posarse en sus posaderas. Cuando pude pasar por una rendija, comprobé que se trataba de una jovencita obesísima que se estaba dando el lote con su escuálido novio, en pleno supermercado.
Hasta cierto punto me causó admiración el que la chica disfrutara de las alegrías de un novio fogoso pese a su monumental tamaño y sin asomo de complejo alguno. Pero esa misma falta de azoramiento, pensé, había permitido que llegara a ese grosor tan temerario. Pagué mi compra y me marché.
Por la tarde fuimos a la playa, también a una poco habitual para nosotros. Estaba llena de gente y la proporción de obesos era tremenda, La mayoría de los superobesos que vi en la playa eran mujeres muy jóvenes, quizas porque las superobesas de más edad no pueden salir de casa. O a lo mejor es que no existen y estamos ante un fenómeno propio de la juventud actual y de determinada capa social.
Vi chicas sobredimensionadas en todos los sentidos de la palabra, y no vi ni una ni dos, ví veinte o veinticinco en una playa de tamaño pequeño. Era una imagen que antes sólo contemplábamos en documentales sobre Estados Unidos y parecían muy muy lejanas.
Me temo que a ciertas capas sociales sólo les llegan las grasas trans y no las recomendaciones y las campañas institucionales. Ay, si Botero viniera por aquí.
(Foto: Puravida/ Morguefile)