Decía esta tarde un colega, cuya opinión respeto, que los derechos son como el sexo: si no se usan, se oxidan. Lo del sexo era una broma, pero el ejemplo me parece clarificador.
Se refería a la huelga general convocada para hoy en España por los sindicatos UGT y CCOO y que buena parte de los ciudadanos ha recibido con indiiferencia, cuando no con rayos y centellas, como los bocadillos del capitán Haddock.
En los años de la transición y siguientes, una huelga general eran palabras mayores. Se hablaba de ella con reverencia: ¡Una huelga general! ¡Caramba!
En aquel tiempo, el país acababa de convertirse en una democracia y los ciudadanos estrenábamos nuestros derechos con la misma ilusión que un niño un par de zapatos.
Ponerse en huelga era tan emocionate como votar, como manifestarse. ¿Qué era la democracia, si no?
Hemos cambiado y ya nos somos un país de democracia imberbe. Algunas ilusiones se han ido oxidando, como el sexo que no se usa; y a conquistas de otra época ahora no se les da importancia, porque sólo se desea lo que no se tiene.
Sí, una huelga general es uno de los medios que tenemos para decirle al Gobierno: ‘Oiga, yo no estoy de acuerdo, y se lo digo porque tengo derecho a hacerlo’.
Es un lujo, un gustazo, un derecho que muchos no tienen.
Y que trae sus consecuencias: si no protestas no vengas luego a quejarte o dicho en román paladino: «el que no llora no mama»
Será que ha perdido su misterio
Publicado en: actualidad
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