Hace unos días abrí la puerta del aparcamiento donde guardo mi utilitario, media dormida y cargada con mi bolsa del gimnasio, la del entrenamiento de mi hija mayor, el bolso bolso y la neverita con el almuerzo, cuando cruzó delante de mi una rata que más parecía un conejo; y esto no es una frase hecha.
Fue un visto y no visto, pero verla y salir huyendo como alma que lleva el diablo fue todo uno. En mi carrera despavorida llegué hasta la calle.
Si conocieras el edificio donde está mi plaza de garage, entenderías que llegar a la calle es un dato importante, porque explica muy claramente la magnitud del pánico que me embargaba.
Una vez en la calle, me di cuenta de que estaba vendida. Eran las ocho y media de la mañaba, por lo que ni mi hermano ni mis sobrinos estarían ya en casa, únicos vecinos del edificio a quienes yo molestaría a esas horas por ¡una rata!
Estaba muy nerviosa y confusa porque necesitada el coche, pero no me atrevía entrar de ningún modo. ¿Y si volvía?
En medio de este desconcierto descubrí a través del cristal de la puerta de entrada al edificio, a un vecino, un chico joven al que véia por primera vez. Empecé a dar golpecitos en el cristal con las llaves para llamar su atención.
Toc, toc, toc.. Los golpecitos fueron tan insistentes y nerviosos que el joven no pudo hacerse el sueco, -de haberlo querido-.
Me abrió la puerta y entré con mis cuatro bolsas al hombro y cara de haber visto a un fastasma.
Le conté lo ocurrido y aceptó acompañarme al garage. Entré con él y mientras el joven buscaba la rata yo abrí el coche y salté al sillón del copiloto con todas las bolsas que llevaba.
Quedé encajada, pero a salvo.
No sabía si contarlo
Publicado en: en primera persona
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ELIA
No me extraña nada , pero nada de nada tu horror …………solo de leerlo, se me puso «la piel de gallina» las odio y me dan un miedo y a la vez un asco horroroso.
Prefiero enfrentarme a un leon.
Yo tambien habria buscado proteccion para volver a entrar en el garaje.
Libertad
Ay qué ver qué contradicciones tiene la vida mi niña ven una rata y salen corriendo, unos por espanto y otros…detrás de ella para comérsela!.En unos países nos dan un asco qué ni contar y en otros son animales venerados y sagrados en los templos.
Bueno no sé que recomendarte, no sé dónde puedes adquirir un fusil calibre 22 o un juego de machetes (aquí estamos mi chico y yo partiéndonos de risa), bueno seguimos…también podrías utilizar uno de esos spray potentes de pimienta o llevar siempre que vayas al garaje un bate de béisbol que seguro que más de uno sale corriendo…(perdona Ángeles pero hacía tiempo que no nos reíamos tanto, no de tí sino contigo).En fin lo dejamos a tu elección.
Y ahora para consolarte un poco más ¿te imaginas que hubiese entrado en tu coche al abrir la puerta de un saltito sin que te dieras cuenta y luego te saltara mientras conducías?…Si fueras una de mis hermanas me dirías «Calla maldita» 🙂
Yo he visto ratas de ésas cerca de los cubos de basura, pero afortunadamente cerca de mí nunca y espero que así siga siendo pues de lo contrario probablemente «las patas me llegarían al culo», pero he de confesar que yo también tengo mis debilidades y es que no soporto ni a las cucarachas ni a las lagartijas. Lo paso muy mal si me entra una lagartija en la habitación y en verano muchas veces prefiero pasar calor a que me entre una por la ventana.
Y como siempre los hombres se ríen de nosotras…
Ángeles Arencibia
Yo sí que me he reído contigo Libertad. Pero te confieso que me había olvidado un poco del susto y ya estaba empezando a entrar y salir sola del aparcamiento sin mirar a todos lados, y ahora con tu mensaje me han vuelto algunos temores. Consideraré lo del bate de béisbol. Hay uno en casa. Saludos.
Sergio Naranjo
Yo también tengo mi historieta innombrable hasta leer este post. Se trata de los desayunos que Canarias7 monta con algunos políticos y que publica en la edición domingo. Naturalmente, me importa un pito la entrevista, pero sí las fotos.
Paco se pone corbata, pero con una chamarra que cuando fue Cardona cambió por una chaqueta. ¿Por qué? ¡Ah!
Y los dulces. Tres semanas la misma bandeja de cruasanes y bollos, los mismos vasos llenos de zumo de naranja y las tazas vacías. Nadie hace caso de los manjares y apuntan en un bloc. ¿Ya van desayunados?
Y la última, la semana pasada, hoy no he visto aún la edición escrita: Cambiaron los dulces, eran del tipo tocino de cielo, San Marcos, brazos de gitano… ¡Y Rebeca se estaba bebiendo un chocolate! ¡Bueno, bueno, esto ya es intolerable! Esos desayunos se hacen para no comer, ¡será insolente esta mujer!
Y tú: No trinques tanto las cejas de lo seria que te pones a veces, que después no sabe uno si mandarte el correo. Recuerda que aunque parezca lo contrario, es la rata quien tiene miedo.
Gracias por permitirme compartir este trauma.
Un beso.
Ángeles Arencibia
Sergio, ¡lo adivinaste!, las viandas son de atrezzo. De todas formas me parece más grave lo de la rata.
Sergio Naranjo
¡Pooor supuesto! ¿Dónde va a parar? Una rata bien plantá, más parecida a una ardilla de los documentales, más barrigúa que yo, moviéndose voluptuosamente… beeeej, claro que es más importante. Por lo menos, cuando he tenido una delante no he sabido sopesar algo con mayor importancia.
Pero he soltado mi trauma, ya puedo comer cruasanes…
Ángeles Arencibia
Donde esté un buen cruasán