No sé si le pasa a todo el mundo, pero para mí algunas palabras saben y huelen. A menudo no es una cuestión de significado, a veces es por la forma al verla escrita, por cómo suena, o por un recuerdo que me evoca.
En cuanto a recuerdos, me pasa con algunas calles de Barcelona. Mi madre paso allí su infancia y mis hermanos y yo la oímos durante años hablar de anécdotas o de pequeñas aventuras domésticas que se desarrollaban en el paseo de la Bonanova, en las Ramblas, en la plaza de San Jaime o en la calle Regomir. Para mí son como sancheski , uno de esos términos que llevan incorporados enlaces a aquella época, como los vínculos que pones en un texto de internet para llevar al lector a otra web.
Hay otras palabras que no me gustan nada, como sostén por sujetador. Odio que llamen sostén al sujetador -afortunadamente para mí, es un vocablo en retirada-. Tampoco me gusta patata, me cuesta decir pa-ta-ta. Ni comadrona o matrona, y mira si estaré yo agradecida a esa profesión por la cuenta que me trae -que me trajo a mí mi madre y que traje yo a mis dos hijas-.
Me encanta la palabra ametralladora y asfalto me da calor. Las terminadas en «esta» me parecen pusilánimes: libreta, bragueta, cagueta, papeleta, escopeta, mientras que las que llevan «j», por lo general, me resultan atractivas y hasta elegantes: jaima, jaula, jocoso, cojonudo, tajante.
Maldito suena muy bien, y carraspeo, fatal. Chubasquero es un término que evito, al igual que cacerola o espumadera, que casi me da grima.
Después hay términos que me producen urticaria -aunque esta misma palabra tampoco me guste nada-, cuando los veo en un texto escrito. Algunas se han puesto de moda y se usan a destajo -otra con «j»-. Me refiero a expresiones como personarse -cosa fea ¡eh!, inevitable en el lenguaje jurídico, pero ¡en el cotidiano!-, o utilizar escenario para todo: el escenario político y tal y tal, se dibuja un escenario muy prometedor …
Y qué me dices cuando llamas por telèfono preguntando por alguien y te contestan: «Fulanito no se encuentra». Pero, ¿se estaba buscando?-;
Pero hay una moda que me repatea especialmente y contra la que tengo en marcha una cruzada que, por el momento, se circunscribe a los textos que me toca editar en mi trabajo en el periódico. Es el uso de «el mismo»,»la misma», «los mismos», «las mismas» …, que se emplean a diestro y siniestro como sustituto de unos pronombres y adjetivos estupendos que tiene el idioma español. El uso y abuso de «el mismo», «la mismas», «los mismos» y «las mismas» llega a extremos empalagosos. » (…) el alcalde estaba en la casa del mismo (…)», en lugar de «el alcade estaba en su casa». «Los sindicalistas convocaron una huelga. Los mismos dijeron que …» por «ellos dijero que .».
Este desapego viene de lejos. Ya de niña me rechinaba -qué palabra más bien hecha-, el nombre de aquel grupo musical que se llamaba Los Mismos. Y los pobres no tenían nada que ver.
Carolina
Ja ja ja, tienes razón con lo de «no se encuentra», siento decir que es una expresión que suelo usar no se ni por qué, pero le pondré remedio.
Cuinpar
Ay, a mí me pasa con «el cual» y «la cual», no puedo con ellas, de verdad. Y con los quisiese, comiese, amase, en vez de quisiera, comiera, amara… Manías de cada uno oiga.
Las esdrújulas me encantan :-)y compartimos la devoción por las con j!
Un saludo,
Ángeles Arencibia
Coincido en ‘la cual’ y ‘el cual’. Manías, como bien dices.
Atarecos
Killer applications
Ya lo comentaba Ángeles en Virtualario hace poco, hay palabras que saben y huelen. Hay palabras que nos gustan como suenan, nos resultan sexy y las utilizamos más, porque al decirlas nos sentimos mejor….