Esta semana he tenido un encuentro de esos que te hacen parar y mirar a tu alrededor antes de volver a correr de nuevo.
El 20 de diciembre publiqué en el periódico Canarias7 la noticia de que Sanidad cerraba la Unidad de Conductas Adictivas (UCA) del Hospital Insular de Gran Canaria.
En estos tiempos de tanta carrera – y no lo digo por el maratón-, hay temas que se me quedan en el tintero o en el teclado. Asuntos relevantes a los que, por las prisas de la crisis o por la crisis de las prisas, no puedo dedicarles la atención profesional que se merecen y que me gustaría.
Pero no en este caso. El entusiasmo del médico titular de la unidad, Luis Miguel Pérez, por el problema me contagió y traté de ponerme en contacto con algún paciente que no tuviera reparo en contar su historia en el periódico.
En estos casos se suele guardar el anonimato a base de contraluz en las fotos e iniciales en los textos; pero es comprensible que ni aún así abunden los candidatos a contar sus penas en público, mayormente cuando las adicciones en general siguen siendo un tabú, una verguenza social.
Y ahora viene mi sorpresa. La paciente que aceptó hasta una foto resultó ser una vieja conocida de mi infancia.
Tenemos la misma edad, nuestros padres se conocían, pasamos algunos veranos en el mismo lugar, estudiamos en colegios similares, tuvimos amistades comunes, fuimos ambas a la universidad… Tenemos vidas paralelas, pero ella ha sido una alcohólica durante 25 años y yo no.
¿Por qué? Según el doctor Miguel Casas, padre del tratamiento de las adicciones en España, entre un 10 y un 15% de la población presenta «los factores de vulnerabilidad necesarios para engancharse».
Tal vez yo no tenga esos factores de vulnerabilidad, pero podría haberlos tenido. No me siento mejor que mi vieja conocida de la infancia, sino al contrario; me sobrecoge su valor para salir del infierno que ella misma cuenta este domingo en Canarias7, y ser ahora feliz, dedicada a sacar adelante a sus dos hijos. Y en esto último también somos iguales.
Ella narra su vida con el objetivo de hacer ver la necesidad de una unidad hospitalaria que trate las adicciones. El mini servicio que acaba de cerrar Sanidad (un médico, una trabajadora social y un celador) atendió 2.831 consultas durante 2012. De los 152 pacientes nuevos que entraron en 2012, 53 aún seguían en tratamiento a final de año, Esto es un buen resultado. Para ella, el mejor: le salvaron la vida.
(En la foto de Gerardo Montesdeoca, las manos de mi vieja amiga)
Podía haber sido yo
Publicado en: actualidad
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