Muchos políticos están convencidos, a juzgar por su actos, de que el resto de los mortales somos idiotas y, la verdad, es que nuestra falta de respuesta a muchas provocaciones da que pensar que sí, que lo somos.
Cuando empecé a trabajar como periodista sentía mucho respeto por las personas que ejercían puestos de responsabilidad. Era tan inocente que no pensaba nunca mal, después ya empecé a pensar un poquito mal y ahora lo que me cuesta es pensar bien.
La excepción no es la regla en esto, desgraciadamente. El político raro es el que reúne las condiciones que, a mi juicio, debería tener una persona que se dedica a organizar la vida de los demas y a administrar su dinero.
No hablo siquiera de corrupción, no creo que esté tan extendida como parece. Hablo de sentido común.
Me acuerdo mucho de él cuando leo cosas como esta: El Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria plantea que la nueva ordenanza de tráfico prohíba «cerrar las puertas del vehículo, tapas de motor o maletero con brusquedad», según ha escrito el periodista Javier Darriba.
Políticos raros
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Minerva
Aqui en Las Palmas tamopco senti nada. Los animales, menos (que dicen que sienten todo). Preocupa mas lo de El Hierro: tantos juntos y un zona volcanica tan joven