Estoy viviendo en mis carnes uno de los dichos más populares del refranero español. Me refiero al quien mucho abarca poco aprieta, y me pasa con los libros, que abarco muchos y aprieto pocos.
Tengo la mesa de noche -otra vez- llena de libros empezados, artículos de prensa que quería leer y revistas que seguro que tenían algún tema que me iba a interesar mucho.
Me he dado cuenta de que si no pongo remedio de inmediato, mi gula lectora me lleva directa al colapso. Sé que tengo que fijarme objetivos y prioridades.
Primero debo acabar El precio del trono de Pilar Urbano. Son 834 páginas y voy por la 695. Lo que no digo es que este libro fue un regalo de las Navidades de 2011, que tiene tela mi volubilidad.
Mi problema son las tentaciones, hay tanto que leer.
Encima, estas últimas fiestas Papa Noel dejó en mi casa un libro electrónico que es una perdición, y en Reyes, el Testamento político de Carrillo acabó por desarmarme los buenos propósitos del año. Y así estoy, otra vez empantanada.
Gula lectora
Publicado en: en primera persona
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