Acabo de regresar de unas cortas y merecidas vacaciones -no voy a ser menos que los personajes del cuore-, que, por fin, he aprovechado con el corazón y la cabeza. Uno de mis defectos- bastante extendido, según creo- es dejar ciertas cosas para más tarde. Siempre pienso que ya habrá tiempo … y esas ciertas cosas nunca se hacen.
Se me va la fuerza por la boca y todo se queda en un veremos, modesto primo hermano del genial «Vuelva usted mañana» que Larra legó a la posteridad. Lo mío se parece, aunque con distintos motivos, a lo de algunos gestores de la cosa pública, vulgo políticos, que siempre tienen un plazo más allá: si se les pregunta en junio o mayo, inevitablemente el proyecto se hará después del verano, y lo mismo ocurre si en el horizonte están las vacaciones de Navidad o el lapsus lectivo de la Semana Santa.
Una de las causas de esta falta de diligencia es la comodidad o la cercanía, que actúan como elementos disuasorios. Me refiero al hecho de que un madrileño no pise jamás el Museo del Prado. No va porque puede ir en cualquier momento, precisamente.
Como al madrileño con el Museo del Prado a mí me ocurría con el Teide, que lo tengo tan a la vista, tan a mano, que no había ido nunca. Desde cierta perspectiva, lo mío es más grave que lo del madrileño, porque éste puede vivir en Madrid toda la vida sin pasar jamás por delante de la pinacoteca, sin embargo yo, que vivo en Gran Canaria, tengo al Teide presente día sí, día también. Me basta con asomarme por el lado norte de la isla. Voy a Las Canteras a darme un baño o un paseo y allí, si no hay nubes, está el Teide. Paso por La Minilla para ir al supermercado y allí está él, enorme, imponente. Y lo mismo si voy a Agaete o a la Cumbre. Si el día está claro, él no falla.
En estas cortas vacaciones, el ya veremos se convirtió en el ya lo hicimos. Subimos el coche al ferry y fuimos al Teide, una experiencia sensacional que recomiendo. No sólo disfruté con el espectacular paisaje, sino que también me sentí reconfortada por el placer de haberlo hecho, por la sensación de no haber tirado mis cinco días de vacaciones por el retrete como me ha ocurrido otras muchas veces.
Porque no sólo fuimo al Teide, noooooo. También nos dimos unos baños gloriosos en la playa del Inglés y pasamos frío en la Cumbre. Las dos últimas cosas sin salir de Gran Canaria, continente en miniatura, que así la bautizó con acierto el periodista Domingo Doreste Fray Lesco a principios del siglo XX, nada menos.
(La foto es de Arcadio Suárez. Es el Teide desde Las Canteras)
El ya veremos como defecto
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Cuinpar
Avise la próvima vez y yo la invito a un cafecito, mujer 🙂
Ángeles Arencibia
Gracias Cuiunpar, lo tendré en cuenta.