Le pasa a mucha gente: yo cuento a mis amigos entre los éxitos de mis 43 años como otros enumeran diplomas, empleos y fortunas. A los amigos se los trabaja uno con fidelidad, algo de mano izquierda, ciertas dosis de humor, unas gotas de paciencia, buenas intenciones y un poquito de mala leche.
En este apartado de mi currículum tienen una anotación con asterisco, doble signo de admiración y subrayado en rojo un grupo de amigas que conozco desde el paleolítico. Desde una época tan atrás tan atrás, que en la tele salía Locomotoro y en las oficinas se hacían las copias con papel carbón.
Mis amigas antidiluvianas y yo -que soy de la misma edad- tenemos ese tipo de relación que se extiende a los hermanos, padres, hijos y maridos de cada una y que con el paso de los muchísimos años se convierte en algo, más que fraternal, natural.
En este grupo prehistórico incluyo a dos hermanas y con ellas, a su hermana pequeña, una niña -hoy una mujer-, que tiene síndrome de Down y a la que llamaré Cuqui en este artículo.
Cuando nos conocimos sus hermanas y yo ni siquiera usábamos sujetador y estábamos en un colegio de monjas sólo para niñas. Mi relación con Cuqui, siempre protagonista en las vida de su familia, debe datar seguramente de esa época, hacia finales de los años 70. Como mis amigas y sus tres hermanos son gente muy normal, Cuqui ha ido a la playa, al cine, a fiestas , a todos lados, con cualquiera de los cinco. Así que los amigos de ésta para mí entrañable familia lo somos también de Cuqui.
Cuqui tiene mucha personalidad y es muy presumida. Yo diría que un poco cascarrabias y también muy responsable, o al menos eso me ha parecido cuando la he visto concentrada en su trabajo, en el centro ocupacional al que acude a diario. Tiene sus amigos, el cariño de su familia y su esfera de independencia. Es una mujer feliz y me consta que su familia no la cambiaría por nada del mundo.
La traigo a ésta su pantalla porque no he podido más que pensar en ella cuando he leído en Canarias7 que sólo el 1% de los embarazos en los que se ha diagnosticado que el bebé padece síndrome de Down llegan a término, según las estadísticas del Hospital Materno Infantil de Gran Canaria. Además, la tendencia del hospital canario no es diferente a la del resto de España. y es una consecuencia de la generalización de la prueba de la amniocentesis y la posibilidad legal de abortar.
Esta estadística describe una realidad, no una historia de buenos y malos; únicamente una realidad. Sólo añado que Cuqui existe y la conozco, y que desde hace algunos años ya no permite que la llamen por su apodo famiiar. La muy coqueta exige que se use su nombre de pila, porque es mayor, saben.
(Pie de foto: Tengo algunos amigos menos, pero casi. Tomboy/ Morguefile)
Maldini
Todos somos distintos y todos somos iguales.
Queda demostrdo con tu artículo, con tu mirada sobre una vulgar y fría estadística que la convierte en algo humano y real. Yo, sin ir más lejos, leía la noticia y no le hice mucho caso, más que nada por lo de las estadísticas y las mentiras, ya sabes.
Pero tu texto me recordó una experiencia personal con un grupo que hacía gimnasia (me encanta esa palabra) en un centro municipal. Pertenecía a una asociación (se puede decir ADEPSI?) y mi primo era su profe. Yo aprovechaba el espacio y las horas para «colarme» y ponereme (ja) en forma.
Ellos eran como 20 y hacían sus juegos y sus ejercicios con una alegría envidiable, mientras que yo estaba apartado en el otro extremo. Después de un rato, en el que me daba cuenta de sus miradas y como se hacía comentarios entre ellos, mi primo tuvo que interrumpir la clase para decirme que, o me unía al grupo o me uníala grupo, porque no podían entender que hacía yo solo en un rincón, tan aburrido.
Ellos no me veían diferente, excepto porque yo me aparté voluntariamente (por no molestar y porque estaba de «incognito». Lástima que aquel curso de verano terminó: hoy tendría cuerpo de atleta y muy buenos amigos desde hace más de 20 años.
Pero la lección no la olvidé. Mi primo les enseñaba educación física y ellos nos enseñaron a comportarnos como personas.
Ángeles Arencibia
Maldini: Conozco bien esa asociación de la que hablas, Adepsi. Hacen un excelente trabajo. Como dice su presidente son especialistas en descubrir las capacidades de las personas discapacitadas. La anécdota que me cuentas me la puedo imaginar perfectamente, porque he compartido ratos con ellos. Las estadisticas se quedan en números y no reflejan la realidad de cada uno de nosotros, que es distinta, diversa, única. Saludos.