A menudo atiendo llamadas de personas que están al borde del abismo. Mucha gente que no encuentra respuesta donde se supone que debe hallarla, acaba por llamar al periódico a la desesperada. Es el último clavo ardiendo en medio de un incendio.
Y así la señora que pensaba que antes muerta que aparecer en los papeles, ahora, obligada por las circunstancias, quiere salir a cara descubierta y mostrar todas sus vergüenzas. Bien porque tal vez así obtenga socorro o consuelo al menos; o bien porque no hay derecho, y eso hay que decirlo
Las situaciones a las que me refieron no tienen más en común que el fondo de un túnel sin salida.
Con la crisis abundan los problemas económicos: personas que llaman y te dicen que son cuatro, que no tienen ingresos y que ya les han cortado la luz. Pero también hay casos terribles que no son económicos, aunque, en realidad, nada se escapa a la que está cayendo.
Hay pleitos que no se resuelven o que se resuelven mal, porque la administración encargada está sobrecargada y que convierten vidas en pesadillas, y enfermos que no consiguen asistencia, porque la lista de espera es un horror y carecen de cuñas para sortearla.
Enchufes y otras artimañana, además del sálvase quien pueda y la ley de la selva, vuelven a campar tan a sus anchas como en épocas pasadas y no son otra cosa que un síntoma de una sociedad en retroceso, que es la nuestra y que va a peor. Y no sólo en lo económico
Una sociedad en retroceso
Publicado en: actualidad
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