El armario de la tía Constanza

Hablaba con un compañero sobre cuántas tonterías nos llegamos a creer. El tema surgió a raíz de una información facilitada por la agencia Efe desde Granada, según la cuál, «las bayas de Goji, producto alimenticio cuyo consumo se ha multiplicado en los últimos meses, no tienen ninguna propiedad beneficiosa».
Mi compañero y yo comentamos la facilidad con que triunfan este tipo de leyendas milagrosas y pusimos el ejemplo de las famosas pulseras «power balance», que tanta gente defiende, por cierto.
Últimamente he vivido un par de situaciones que no lo son, pero que podrían ser un tanto misteriosas. Todo depende del enfoque, del color del cristal con que se mire.
Una de estas ocasiones fuera de lo común sucedió hace unos días en Las Palmas de Gran Canaria. Fue fugaz, como un relámpago, pero me dejó traspuesta. Me dirigía al lugar donde se iba a ofrecer un espectáculo cuando, entre la gente que esperaba para entrar, me vi a mí misma. ¡Era yo misma fuera de mí! O al menos esa fue la extrañísima sensación que tuve durante unos instantes. Evidentemente se trataba de una mujer muy parecida a mí, lo más parecido a mí que he visto jamás, pero ¡qué sensaciòn me produjo! Me pareció que me había salido del cuerpo para verme por fuera.
La impresión me dejó descolocada, pero pronto olvidé el incidente. Quizás aquella mujer es esa mujer con la que todo el mundo me confunde. No tuve tiempo de preguntárselo porque abrieron las puertas y todos entramos al espectáculo.
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La otra situación a la que me refiero es todavía más pueril. Tiene que ver con un espejo que deforma, como en el callejón del Gato, y con un armario muy viejo que probablemente pertenció a una tía abuela que se llamaba Constanza.
Yo no conocí a Constanza, tía de mi padre, pero todos los días abro y cierro su armario. Se trata de un ropero de dos puertas, de madera, antiguo, recio, bonito si te gustan las cosas de antes. El armario de la tía Constanza tiene un espejo en la parte exterior de una de sus puertas, y ese espejo en vez de deformar, como los de Valle-Inclán, forma. Tanto que a veces creo que es la mismísima tía Constanza la que interviene para que yo me vea tan estupenda en su espejo y pueda salir a la calle llena de optimismo.
Como ocurre con las bayas de Goyi y con la pulsera «power balance», yo sé que esto no es así, que ni la tía Constanza interviene para que yo esté más guapa ni el espejo dice la verdad, pero esto, al fin y al cabo, no son más que detalles.
(La foto es de morguefile)

3 Comentarios

  1. Esther
    | Responder

    Los mortales no valoramos el poder de la mente en su justa medida. Las bayas de Goji, la pulsera power balance, el alma de la cola de ballena en las píldoras homeopáticas y un largo etcétera, tienen más de convencimiento mental que de funcionamiento físico.
    Pero si a la gente le funciona, como si se quieren poner un lazo amarillo colgando de la oreja, cada uno se psicosomatiza como puede. Igual que la tía Constanza, que vive perfectamente feliz y cómoda en tu cabeza, haciendo trucos con su espejo 🙂

  2. Juan Rey
    | Responder

    Seguro que, después de que la gente leyese tu escrito, los armarios de la tía Constanza se venderían por millares. Todos tenemos un doble, el mío estudiaba en mi misma universidad, nos mirábamos mucho porque éramos conscientes de nuestro gran parecido pero nunca llegamos a hablar. Eran muy curiosas esas veces que nos mirábamos y sonreíamos con complicidad… ¡somos exactos! ¡qué guapos! pensábamos.

  3. ¡Qué bueno Juan! ¡Qué bien lo cuentas!

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