Todos los días recibo decenas, centenares de correos electrónicos. Forma parte de mi trabajo. Como otros reciben pacientes o estudiantes, yo recibo correos electrónicos.
Lo que ha cambiado el mundo con la tecnología. A veces recuerdo con algún compañero de mi quinta los tiempos en que recibir un fax era casi un acontecimiento y aún había teléfonos de rueda en las redacciones.
Antes la información llegada con forceps. Había que luchar a brazo partido para localizar al político de turno, al abogado del caso estrella o a la familia del soldado condecorado antes de que cerrase la edición, que lo hacía, por cierto, bastante tarde. Ahora tienes tantos medios de comunicarte con alguien que lo raro es que no lo consigas. Si no es el móvil, es el mail, la red social o incluso el teléfono fijo, que aún existe.
Comunicarse está al alcance de cualquiera, hasta el punto de que el asunto está un poco choteado. Tiene ventajas, infinitas, por ejemplo, hace un rato yo, sin ir más lejos, le he dicho a mi admirada Maruja Torres, con un simple toque de click, que este artículo me ha gustado. Y tiene desventajas. A mi juicio, una de ellas es la proliferación. Nos hemos convertido en insaciables emisores de mensajes. Todos opinamos de todo y queremos que se sepa. El resultado es mucho ruido y seguramente el efecto contrario. De tanto comunicar, incomunicamos.
Opinatitits
Publicado en: en primera persona
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antonieta patateta
Admirada Angeles Arencibia, este artículo tuyo me ha gustado