Esta mañana, tras leer nuevas noticias sobre la crisis que padecemos, me he acordado de una historia que leí cuando Argentina vivía los peores tiempos del corralito. La protagonista era una señora ya anciana que yo asimilé a miss Marple, la heroína de Agatha Christie, aunque seguro que no tenía nada que ver con ella.
Esta señora contaba en un artículo de prensa que antes del corralito solía salir por las tardes a merendar a una cafetería de Buenos Aires, la ciudad donde vivía. También solía comprar revistas para entretener sus ratos de ocio y mantenerse al tanto de la actualidad.
Llegó el corralito, y primero tuvo que reducir el número de las revistas que compraba cada semana, hasta que sólo quedó una y al final, ninguna.
Después, como la situación iba a peor, restringió sus meriendas. Y en vez de ir todos los días a la cafetería, iba en días alternos. Cuando la situación empeoró, decidió pedir sólo un té y así entretener la tarde. Al final, ni siquiera entraba a la cafetería. Se quedó sin merienda, sin té y sin revistas, porque no tenía con qué pagar esas pequeñeces que ahora habían adquirido la categoría de lujos y estaban fuera de su alcance.
Me he acordado de esta historia al pensar en la situación que vivimos, en la que la mayoría nos hemos visto obligados a apretarnos el cinturón y, aún así, no podemos quejarnos, porque hay muchos que ya no tienen ni sitio donde hacer más agujeros para enganchar la hebilla.
(Ni se me pasa por la cabeza que podamos llegar a un corralito español, aunque ya se ha hablado de ello en la red Si tienes tiempo, aquí te pincho un vídeo que muestra cómo los argentinos también se rieron del corralito.)
Gabrielito
Vale que es lunes y que la cosita está malita pero, afortunadamente, creo que estamos lejos de un corralito en todos los sentidos… Y sí llegasemos a ese extremo el nuestro seguro que tendría servicio de bar con lo que se haría mucho más llevadero…
Ángeles Arencibia
Gabrielito: Seguro que habría un bar y, en el suspuestísimo caso, sería un bar muy concurrido.