De la baquelita a la wifi

Escribo por la noche en la cama, gracias a estos adelantos cuasi mágicos del portátil y la wifi… Esta mañana pensaba en lo rápida que soy imaginando; quiero decir, que, acertaré o no, pero yo casi al instante le pongo imagen a las palabras. Nunca se lo he preguntado a nadie, pero siempre he supuesto que a todo el mundo le pasa lo mismo. Una escena de mi infancia que tengo grabada en la memoria explica muy bien a qué me refiero con esto de ponerle una foto a lo que me dicen.
Estamos mi abuela Paulina y yo en el pasillo de la casa donde vivíamos cuando yo tenía cinco años. La fecha la sé exacta pues el recuerdo tiene que ver con el nacimiento de la más pequeña de mis hermanas. En la escena que tengo en la cabeza mi abuela -que es altísima porque yo la veo desde mi altura infantil- habla por teléfono. El aparato merece otro aparte, es negro y pesado, de aquellos de baquelita.
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Mi abuela habla por teléfono y yo estoy cogida a su falda. No recuerdo si mis otros dos hermanos también, aunque supongo que sí. Cuelga y nos dice o me dice con una gran sonrisa que tenemos una hermanita nueva. Inmediatamente yo me la imaginé: rubia -nunca ninguno de nosotros fuimos rubios- , de pelo largo, llevaba un gran lazo, un vestidido muy mono y por supuesto, caminaba. Después me llevé un chasco -que enseguida se me pasó-, cuando llegó a casa y resultó ser un auténtico bebé de teta.
Volví a este recuerdo de la infancia por el portátil, la wifi y mi sorpresa el domingo por la mañana, cuando alguien en casa preguntó a que hora era la final del Eurobasket y una de mis hijas dijo que se lo preguntaría a Pablo, que estaba conectado. Pablo vive en Madrid, y allí estaba ayer por la mañana, a 2.051 kilómetros, pero tan a mano.
He buscado en internet teléfono de baquelita y salen algunas ofertas de venta de ejemplares de los años 40 o 50. Así que el aparato que usó mi abuela aquel día y que estuvo en mi casa todavía algún año más podría tener 20 o 30 años de uso. O si no de uso, sí de existencia en el mundo como modelo. Es decir, que ya se fabricaba en los años 40 y nosotros lo estábamos utilizando en 1970.
Ahora todo va mucho más deprisa y cualquier aparato es antiguo en pocos meses. Sobre esto ha escrito Esther Pérez Verdú, en la página sobre tecnología que publica todos los sábados en CANARIAS7. De la ansiedad que produce la contínua avalancha de novedades. Yo a veces añoro aquellos tiempos en los que los teléfonos ni tenían libro de instrucciones ni se perdían. Eran tipos serios que estaban siempre en el mismo sitio.

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