Cualquier manual de periodismo explica que las historias son tanto más importantes cuanto más cercanas al punto de vista del receptor. Salvo acontecimientos históricos de gran trascendencia para todos o sucesos y hechos extraordinarios, nos interesa más lo que le ocurre a dos calles de nuestra casa que lo que sucede en otro continente. Es normal. Me importa más cuanto más me afecte.
Resulta comprensible, pues, que el Ébola nos haya empezado a preocupar ahora que está en nuestro país, cuando podemos vernos reflejados en una auxiliar de enfermería que habla nuestro idioma y se hace fotos en el sofá con su perro (ése es otro tema).
Lo lamentable, a mi modo de ver, no es solo la falta de solidaridad o empatía con los africanos, que es decepcionante y envilecedora, también lo es nuestra falta de visión, nuestro infantilismo, o nuestra creencia en que íbamos a estar a salvo; porque eso, un virus de gente pobre, nunca nos iba a llegar a nosotros, ciudadanos del primer mundo.
La autoridad sanitaria no nos ha dado razones para creer que sabe lo que tienen entre manos. Creo que es hora de que muchos de nosotros que aún observamos los toros desde la barrera tomemos partido. Este viernes 10 de octubre, por ejemplo se celebra un concierto en el Paraninfo de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (20:00 horas) a favor de Médicos del Mundo para apoyar su labor en Sierra Leona. Mañana puede ser otra cosa, pero debemos tomar partido y apoyar a las organizaciones que han demostrado su eficacia y compromiso: el virus hay que pararlo allí. Por nosotros, pero mucho más ahora por ellos, que sufren esta situación desde hace tiempo y también tienen hijos, hijas, hermanos y hasta cuñados.
Aunque solo sea por egoísmo y porque ahora empezamos a saber lo que vale un peine.
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