La decisión del tribunal del caso Noos respecto a Cristina de Borbón y su marido da combustible a los antimonárquicos, porque aunque la sentencia se presuma justa, debiera también sentirse así.
Pese al capítulo de hoy, hemos avanzado en este terreno de los privilegios, en buena medida gracias a Undargarín, que ha sido tan taxativo en su despiporre que no ha habido más remedio.
Hubo un tiempo en que si la reina tropezaba en la escalerilla del avión, los fotógrafos no hacían fotos por respeto. Y en los periódicos se vivían situaciones ingenuas, como esta que cuento de principios de los 90:
Durante una visita de Juan Carlos y Sofía a Gran Canaria, la reina acudió sola a la Casa de Colón, donde vivían dos periquitos -¿o eran cotorras?- muy parlanchines.
Los bichos dijeron su frase y doña Sofía se mondó de risa. Llegué al periódico, escribí mi crónica y le puse este título: “La carcajada de la reina”.
El título no salió así porque la reina no se carcajeaba o al menos no lo hacía entonces. En aquellos años la reina sonreía o, como mucho, reía.
Mientras ellos ríen o sonríen, los demás nos descojonamos, nosotros no tenemos privilegios.
UNo
Yo creo que una parte de la ciudadanía no siente justa la sentencia porque la «justicia paralela» que tan bien funciona en nuestro país ya había dictado la suya.
Coincido cuando dices que «mientras ellos sonríen, nosotros nos descojonamos» por eso no entendí este matrimonio «por amor» sin renunciar previamente a cualquier derecho dinástico.
Ángeles Arencibia
Desde luego.