


Hacía años que no nos veíamos en persona y él se reirá porque no le llevo tanto, pero lo encontré mayor, entendida esta palabra como sinónimo de plenitud.
Así que lo vi pleno, -que no gordo-.
Ignoro si esto que digo es una estupidez o, por el contrario, doy en el blanco y el Pepe Naranjo que ofreció una conferencia este jueves en el Club La Provincia de Las Palmas de Gran Canaria es, en efecto, un hombre feliz.
A mí me lo parece, porque estoy convencida de que ha conseguido hacer lo que siempre soñó y que esto debe ser un motivo grande de satisfacción cuando lo que uno pretende supone tantas renuncias y riesgos tan enormes.
Envidio su vida de periodista libre dando tumbos por África, viviendo de un bolígrafo y una libreta como algunas leyendas del oficio.
Coincidí con Naranjo (Telde, Gran Canaria 1971) en dos redacciones entre los 90 y los primeros años 2000 y no por mucho tiempo. Durante algunos años formamos parte de la misma tribu local (en realidad la tribu es como se llaman o se llamaban a sí mismos los corresponsales de guerra) de periodistas y nos tenemos afecto (yo por lo menos).
En aquellos años Canarias fue escenario de la crisis de las pateras que más tarde fueron sustituidas por cayucos que tiene más capacidad y daban más dinero. Entonces muchos colegas nos aburrimos del asunto porque en los mese álgidos de la crisis llegaban pateras a diario.
Pero Pepe siguió buscando, se enganchó a este tema y ya no lo soltó, tanto es así que tiró y tiró de la cuerda y llegó a Senegal, Gambia, Mali, el Sahel, Yamena … A lo que llamó el jueves las mil Áfricas porque hay derrotas pero también victorias.
Ahora África es su campo de operaciones y los lectores lo encuentran desde hace algunos años en El País, La Provincia y Mundo Negro.
Por todos estos lugares y algunos otros nos guió este jueves durante una conferencia o «reporconferencia», que para mí fue una gozada porque a veces vivo con desaliento este nuevo periodismo adulterado con comunicados, copias-pega, wasaps, tuits y otras adelantos que nos comunican más rápido pero no siempre mejor.
Sin teorías ni filosofías, al estilo Hemingway: sustantivos, hechos, personas y datos recogidos todos de primera mano, a pie de obra, con una libreta y un bolígrafo en el lugar donde seguramente están las mejores historias del mundo. Puro periodismo. Enhorabuena Pepe.
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