Un amigo me dijo no hace mucho vía Facebook que vivíamos tiempos extraños. Le di la razón de manera inmediata, pero más tarde, cuando repensé la idea, modifiqué mi postura: los tiempos siempre han sido extraños.
Lo fueron para los neandertales cuando inventaron las primeras herramientas, lo fueron para los revolucionarios franceses, para los habitantes de la España medieval, para los aborígenes canarios que vieron llegar a los castellanos …
Dicen los historiadores que mirar atrás ayuda a comprender el presente. Nos creemos que somos los inventores de la pólvora, pero no es así. La pólvora está inventado hace mucho tiempo.
Ahora estamos, con razón, hundidos en la crisis. Pero tampoco somos los primeros en esto. Crisis, la que vivió España en la posguerra o la de EEUU tras el crack, o la crisis crónica de algunos países de África o Asia, o la de algunos hogares de aquí cerca.
Nos habíamos creído invulnerables, inmunes, pensamos que las dificultades económicas eran asuntos del pasado o de otros países. Y no.
La situación no tiene pinta de mejorar, el paro sigue desbocado y no sé si será verdad que Rajoy sabe lo que hay que hacer, como dijo hace algunos días con ese tono tan suyo de profesor de la vieja escuela.
Nos asfixia la crisis y nos indigna la corrupción más que nunca. Antes, cuando teníamos dinero y trabajo, mirábamos de soslayo a los corruptos, nos parecía mal, muy mal, pero no como ahora.
En estos momentos, cuando la situación está que arde y se puede poner peor, saber que personajes o cargos públicos han abusado de sus privilegios nos pone en el dispararadero, más, si, encima, un jurado popular los declara no culpables, como es el caso Costa y Camps.
Conviene advertir a los que piden mano dura o dicen que esto con Franco no pasaba que la corrupción ha existido siempre. Que hay corrupciones enormes y otras más pequeñas pero más constantes, que algunos tienen incorporadas a su vida diaria y que nos han venido pareciendo bien y hasta graciosas.
Me refiero a las pequeñas sisas de tiempo, objetos o dinero perfectamente legales, pero no muy morales. Hablo de esos privilegios de algunos convenios en centros públicos de trabajo como más días libres que el común de los trabajadores porque sí, porque el cargo público que manda es un ave de paso que no quiere molestar mucho, no se le vaya a complicar las reelección, y a nosotros, los currantes, no viene de perlas, y, además, nos van a pagar igual. Y otros asuntillos del mismo pelaje.
Decía antes que la historia ayuda a entender el presente y hablamos de corrupción. Hace un par de años leí el libro Ricos por la patria del periodista Mariano Sánchez Soler (Alicante, 1954). El trabajo lleva este clarificador subtítulo «Grandes magnates de la dictadura, altos financieros de la democracia».
Es de Plaza & Janés. Recomiendo su lectura, es como lo de hoy, pero en blanco y negro. Como entonces no había libertad de prensa ni ninguna otra, pues tan honorables que siguen siendo.
(La foto de Camps sonriente tras ser declarado no culpable es de EFE/Kai Försterling)
Tiempos extraños
Publicado en: actualidad
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