La prensa está hoy lunes trufada de arículos sobre Manuel Fraga, que ha muerto este domingo a los 89 años. Carllos Carnicero lo considera el eslabón perdido entre la dictadura y la democracia, Rosa Montero le agradece que se comiera a los caníbales y ABC publica un test para que el lector pueda averiguar llo que sabe del fundador del PP.
El mejor retrato quizás sea esta viñeta de La Voz de Galicia donde se ve a Fraga a las puertas del cielo gritando a San Pedro: «¡Abra la puerta que no tengo todo el día!», en gallego, claro.
El telediario de la 1 ha sido un botafumeiro. Decenas de dirigentes políticos se han deshecho en elogios. Sobre todo los del PP, obviamente, Quizas se ha pasado un poco la vicepresidenta del Gobierno, que ha hablado del fallecido como si lo suyo hubiera sido siempre pura democracia y no una conversión sobrevenida y a la fuerza.
Hasta Pepín Blanco ha hablado bien del finado. Sólo Izquierda Unida y algo el PNV han roto este retrato ideal del hijo más famoso de Vilallba junto al capón.
Es unánime el reconocimiento hacia su inteligencia. Tuvo la habilidad necesaria para adaptarse a los tiempos y pasar de ministro de la dictadura a líder de uno de los partidos de la España democrática. Aunque quizás más inteligentes fuimos los españoles que nunca le hicimos presidente del Gobierno.
Hago como los demás y por respeto a la muerte busco un punto de apoyo que me permita un elogio y lo encuentro en dos imágenes muy repetidas hoy: una es el del portal del piso de Madrid donde ha fallecido y la otra, la de la casa del pueblo donde pasaba los veranos. Ambas son casas de clase alta pero nada exageradas, no son ni palacios ni palacetes.
En esta época en la que hasta las infantas son objeto de recelo, es de agradecer que el hombre que tenía el Estado en la cabeza no aprovechara también para metérselo en el bolsillo.
Fraga, punto y final
Publicado en: actualidad
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