Mi amiga Esther me hace llegar un artículo de Maruja Torres, publicado hace un par de días en El País. El artículo lo desencadena la decisión de un juez francés sobre un matrimonio entre musulmanes.
El juez tuvo en sus manos la decisión de disolver un matrimonio por una razón íntima. El que ella no fuera virgen, como al parecer había prometido, fue suficiente para dar la razón al marido. Entiendo que se consideró que se había incumplido uno de los términos del contrato.
La decisión provocó una gran polémica en Francia y a Maruja Torres le provocó ganas de vomitar.
En el periódico con cierta frecuencia recibimos alguna llamada de alguien que ha llevado su vida familiar ante un juez y se ha sentido defraudado. «Le ha dado la custodia y ella es una psicópata»; «el niño debe pasar los fines de semanas con él y es un maltratador»; «engañó al juez, le dijo que no tenía dinero y es millonario»…
Siempre me ha parecido que la profesión de juzgar es una de las más complicadas. Averigüar qué es lo justo con unas cuantas razones. No me refiero a situaciones claras, en las que la verdad es incuestionable; pienso en esas situaciones sinuosas en las que se escurre como los peces en las fiestas del Charco
La verdad a veces es como las muñecas rusas. Debajo de una hay otra. Podría ser que el mulsulmán francés decidiera disolver su matrimonio porque no amaba a su esposa y que lo otro fuera una excusa. No se casó con ella, sino con una mujer cualquiera, un objeto que compró como quien adquiere una lavadora. Nadie discutiría el derecho a disolver el contrato de compra de una lavadora si una de las partes no ha cumplido: bien porque el cliente no ha pagado o bien porque el artículo no funciona.
En el caso del matrimonio francés sucede algo parecido. Sólo que las personas no somos cosas. No nos casamos, nos emparejamos o nos arrejuntamos por motivos como el que da él para repudiar a su esposa. Lo hacemos porque nos queremos o porque creemos querernos y si encima nos quieren, con lo complicado que es, no vamos a devolver a nuestra pareja sólo porque no termine de centrifugar como esperábamos.
(Foto: Mensatic/Morguefile)
ovidiov
Es verdad que nos somos cosas y que nos tenemos que ir amoldando durante la convivencia,a esa pareja que nosotros creíamos «pefecta», sin embargo, también considero que no todo el mundo tiene mis mismos valores, que hay personas que a cosas que yo le otorgo una importancia trivial, otros las consideran fundamentales.
Ángeles Arencibia
Ovidiov: Fruto de las creencias religiosas, por ejemplo.
ovidiov
Sí, por supuesto. Yo dudo mucho que me pudiese enamorar de una persona con unas creencias y unas prácticas religiosas muy fuertes,tanto como para que la religión gobernase su vida, sin embargo, si así fuese, creo que tendría que entender su manera de pensar, de actuar, lo que ciertas cosas significan para esa persona, y como afectarían a nuestra relación.
Ángeles Arencibia
Ovidiov: Todo eso forma parte de la persona, te enamoras de ella y de sus circunstancias. No sabemos mucho del matrimonio musulmán disuelto, quizás no fue fruto de un enamoramiento, sino de otros factores.
Esther
Gracias por la mención, Angeles. Estaba muy interesada en conocer tu visión del asunto.
antonieta patateta
muy bueno
Ángeles Arencibia
Gracias a tí