El espíritu de las ancianas de York

chilombiano_P2201715.JPGMi madre siempre decía que con una sonrisa se llega a todas partes. Con la edad cada vez hago más caso a sus consejos, así que intento aplicar esa receta. Y es verdad que hay veces que noto que mi sonrisa me abre puertas o, por lo menos, que algunas quedan entornadas cuando estaban destinadas a cerrarse del todo.
La amabilidad, la afabilidad, la alegría… toda esa amplia gama de sentimientos positivos que guardamos en nuestro armario común tienen una gran capacidad de contagio. Es verdad que hay personas inmunes, que no sonríen ni que los maten a cosquillas, pero en general suele tener bastante éxito este truco que me desveló mi madre.
No lo empleo siempre, porque me olvido o porque la mala leche puede conmigo, pero hasta en esas ocasiones hay veces que tengo suerte, me topo con alguien que está de buen humor y me lo pega.
A lo mejor es que el buen humor es como la energía que ni se crea ni se destruye, sino que se contagia. Y el buen humor que tuve ayer y que ahora no tengo, está en casa de mi vecino de abajo o en la de la cajera del ‘super’.
En la misma categoría de las sonrisas y demás expresiones del buen talante, coloco algunos gestos. Es curioso cómo se recuerdan algunos a pesar de los años. Lo mismo los negativos, que los positivos. Aunque creo que la mayoría tratamos de guardar estos últimos y olvidar un poco los otros, porque, total, ¿para qué?
Hoy me he acordado de uno que aún me hace sonreir y eso que debió ocurrir en el verano de 1981. Sucedió en las afueras de la ciudad inglesa de York, en una zona residencial muy verde y hecha toda de casitas unifamiliares.
Yo andaba por una carretera con una compañera del curso de inglés al que nos habían enviado nuestros padres ese verano. Íbamos distraídas con nuestra conversación cuando nos paró una pareja de ancianas. Iban cogidas del brazo y sin duda, eran admiradoras de su reina Isabel en cuanto a estilismo.
Sombreritos inverosímiles, colores pastel en el vestuario, peinados ensaimada y calcetines medias claras, of course, asomando por las aberturas de las sandalias beige de medio tacón corrido. Aquellas dos adorabales ancianitas, británicas como el té de las cinco, se acercaron a nosotras, dos niñas morenas y extranjeras, para preguntarnos amablemente cómo lo estábamos pasando en su ciudad y también para desearnos una feliz estancia.
Después de atender a las visitas, pues eso es lo que éramos para ellas, siguieron su camino cogiditas del brazo. No hay que decir que nosotras retomamos el nuestro muy reconfortadas por aquella muestra de hospitalidad.
Hoy lunes, día mundial del mal humor, me propongo hacer mío el espíritu de las ancianitas de York, y no me refieron al jamón.
(Foto: chilombiano/ morguefile)

6 Comentarios

  1. Cuinpar
    | Responder

    Pues yo adopto su rol del año 81 y quiero decirle que nos encontramos de maravilla en esta su casa, de la que casi siempre nos vamos con una sonrisa en el ánimo. Aunque sea lunes 😉

  2. Me alegro mucho Cuinpar. A seguir bien.

  3. Gabrielito
    | Responder

    Mi niña me encanta como escribes, como transmites. Es más, esta misma tarde me he acordado que también yó he conocido a esas ancianitas. Y las he conocido en muchos sitios distintos, son las que nos recuerdan que una alegría, un buen gesto, borran cualquier dolor o por lo menos es el principio de la cura….

  4. Gabrielito, son ancianitas viajeras, ja, ja

  5. LeraJenkins
    | Responder

    Bravo, this remarkable idea is necessary just by the way

  6. PeterMontee
    | Responder

    I know one more decision

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