–Escolta el teu (pese a las clases intensivas de los telediarios aún necesito el traductor de Google), que diuen que la paella no és catalana (Oye tu, que dicen que la paella no es catalana).
–Què dius (qué dices), tinguem la festa en pau (tengamos la fiesta en paz), no importa el vam votar i la fem catalana (no importa votamos y la hacemos catalana)
–Bo, val (bueno, vale).
Sigo en castellano, -se sabe que no hay nada más peligroso que un traductor automático, y en estos momentos, riesgos, los mínimos-. Imagino este nada improbable diálogo entre secundarios de la farsa con el acento de la mejor Rosa Mª Sardá en papel de catalanísima, y dándole la réplica una rediviva Mary Santpere, que fue reina del Paralelo.
La presunta catalanidad de la paella es importante porque el día del 155 (San 155) y de la independencia, la CUP propone una masiva e insumisa para cortocircuitar las elecciones catalanas anunciadas por Rajoy para el 21 de diciembre. Ay Berlanga, lo que te estás perdiendo.
Lo que tal vez la CUP no sepa que organizar una paella multitudinaria no es sencillo. Ni es una idea original, sin ir más lejos los del PP grancanario organizaron una en los 90 para llenar un mitin de Aznar. La imagen que recuerdo, muy berlanguiana también, es la de La Puntilla antes de urbanizar (tierra y polvo), gente cabreada y platos de plástico revoloteando.
O sea que, mientras nuestro país, España, afronta la peor crisis en 40 años de democracia, el fiscal se plantea acciones por delitos gravísimos, las empresas se marchan en desbandada, los universitarios pierden el curso, las familias no se hablan, las amistades se rompen, la ultraderecha recibe un chute de oxígeno, la economía se descoyunta, el turismo se da la vuelta y los ancianos se acojonan, esta gente piensa en organizar una paella y no una paella cualquiera: una paella masiva e insumisa.
¿Era solo una cuestión del punto del arroz? Sé que en Valencia se lo toman a pecho, pero ¿ los catalanes?
¿Y la butifarra? ¿el pan amb tomaquet? ¿Y mis monchetas?
En el momento de escribir este artículo no puedo saber a ciencia cierta si prospera la idea de la paella insumisa. Leo ahora que los secesionistas han montado un Parlamento paralelo, y pienso en hacerme yo también uno al final del pasillo. La insensatez es monumental. Se proclama mártir de la democracia pero él es su verdugo. El problema es la multitud, que está tardando en descubrir que (como pasa en “El traje nuevo del emperador”), Puigdemont está desnudo.
Publicado en La Provincia el 30 de octubre de 2017
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