Hace un par de días estuve en la playa de Las Canteras. La marea baja, el cielo algo nublado y mucho calor. Resultó ser una de esas ocasiones en las que por una serie de circunstancias acabas formando parte de un asentamiento. Llamo asentamiento a ese amontonamiento de sombrillas y bolsos, toallas extendidas y mucha gente grande y pequeña, amigos todos, que comparte una tarde de playa entre la tertulia y el cachondeo.
Al subir a la toalla, después de darme un baño, me extrañó que junto a nosotros, más cerca de lo que recomiendan las leyes no escritas de la playa, había un desconocido. Llevaba ese bañador que llaman braga náutica como única vestimenta y hablaba por teléfono con cierto nerviosismo. Pensé que era amigo de alguno del grupo, porque, si no, no me explicaba qué hacía de pie casi encima de mi toalla.
Pronto uno de mis amigos me pregunto: «¿No te has enterado? Le acaban de robar todo, la mochila, la toalla y las cholas». El pobre desconocido había vuelto del agua y se había encontrado en la más absoluta de las precariedades. Imagina: sólo, sin teléfono, sin dinero, sin las llaves de casa, sin zapatos, sin ropa. Practicamente en pelotas. Sólo la solidaridad del bañista que, en este caso, ejercimos nosotros, le permitió llamar a un amigo para que lo viniera a recoger y cancelar algunas de sus tarjetas.
El joven daba pena. Minutos antes era un tipo normal, seguro de sí mismo, que disfrutaba de la playa. El robo de todas sus pertenencias le habían convertido en un ser desasistido y vulnerable.
La imagen de este chico me ha vuelto hoy a la cabeza como una premonición, después de comprobar que la debacle financiera sigue viento en popa, como un jinete del Apocalipsis cabalgando hacia nadie sabe dónde.
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Al margen: Querido Paul: La noticia de tu muerte ha caído en casa como un mazazo. Desde que lo supimos suena la canción de la bicicleta y hemos puesto unos cuantos huevos a cocer. También hemos quedado para jugar al billar y estaría dispuesta a adoptar una gata para ponerla en el tejado. Lo del boxeo está más complicado.
Dijeron en televisión que no se sabía si eras más guapo por dentro que por fuera. Yo, que sólo te conozco de la pantalla, suscribo la duda. Nací cuando ya te buscabas la vida en los billares y te he tenido presente toda mi vida. La suerte es que te seguiré teniendo en la pantalla siempre que quiera.
(Foto: Seoriente/ Morguefile)
Bancarrota en la playa
Publicado en: actualidad
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Cuinpar
Qué golpe bajo lo de Paul, Ángeles. ¡Que algunos te leemos en el trabajo, un poquito de consideración! ¡Que nos salen lagrimones como máquinas de escribir de gordos y luego tenemos que atender a los clientes sorbiéndonos los mocos! Y es que lo atores como Paul Newman no se mueren, se extinguen, que es peor, y nos dejan un huequecito en el ánimo…
Me pegando una pechada de pelis de Paul en estos días, que no lo sabe nadie.
Ángeles Arencibia
Tu sí que eres una sentimental.
Totoyo
Muy bueno el comentario principal, pero la nota al margen es todavía mejor. Sin lugar a dudas, un mazazo lo de Henry Gondorff (Paul en El Golpe). E involdable la escena con Katherine Ross, tanto como la canción. Me la robaste, joía.
Ángeles Arencibia
La canción es patrimonio de la Humanidad…