Rafa no celebró su triunfo del domingo en la pista porque pensó que Roger ya tenía bastante con haber perdido y cuando Roger habló con los periodistas tras el partido no tuvo más que palabras de elogio para Rafa.
«Tengo un gran respeto por Federer, es un gran campeón y tenía que sentir algo realmente duro. Por eso no lo he celebrado. Perder una final de Grand Slam es siempre duro, yo he perdido en Wimbledon y lo sé», afirmó Nadal según un despacho de la agencia Efe. Por su parte, el suizo declaró: «Él ha dominado el torneo como los hizo Borg. Rafa ha sido muy, muy fuerte. Felicidades Rafa».
Ya sabía que tanto Roger como Rafa son dos tipos con categoría, pero este último episodio me ha llamado la atención. Sobre todo la reacción del mallorquín. ¿Quién pensaría en los sentimientos del rival tras ganar su cuarto Roland Garros? Sólo un tipo con mucha categoría.
La reacción de Nadal apoya una máxima casera que tengo y que he acuñado tras muchos años de tratar con todo tipo de gente en este oficio. Un periodista, sobre todo uno de un medio local, llega a hablar con las personas más diversas a lo largo de su vida profesional.
Conoces a gente que vive un drama, al que acaba de ganar la gloria, al que se retira, a la viejita que sobrevive con tres duros, al científico reputado, al malandrín, al pobre diablo, al dirigente carismático, al que han puteado, al que putea, al artista, al principiante, al que va de retirada, al millonario y al pobre de solemnidad.
Y más o menos te vas haciendo con tu propia galería de tipos. A muchos los ves llegar y de otros nunca llegas a saber a dónde van o a dónde quieren ir. Pero esa máxima de la que hablo no me ha fallado hasta ahora. Sé que cuanto más categoría tenga una persona mejor me va a tratar. Llamo categoría a la capacidad de ponerse en el lugar del otro y de saber que el éxito no es nada si no va acompañado de grandes dosis de modestia.
Esta anécdota ocurrió hace muchos años y su protagonista hace algunos que murió. Sucedió en el Palacio de Justicia. Era época de elecciones y yo tenía que averigüar algo relacionado con las listas que se habían presentado en la Junta Electoral. Cierto que el paisanaje de aquellos años (principios de los noventa) era muy distinto al actual, todavía quedaba mucho resabiado de las viejas formas. Ya sabes, qué horror una mujer, usted no sabe con quién está hablando y cosas por el estilo..
Me dirigí al responsable del asunto, un señor mayor con muy malas pulgas, y le pregunté con mucha amabilidad por el asunto de marras, que no era un secreto, por otra parte. Tenía derecho a conseguir la información pues se trataba de elecciones y estamos en democracia. Aquel individuo me echó con cajas destempladas. Quién era yo para abordarlo a él, me vino a decir.
También he conocido al totorota clásico que de buenas a primeras, porque lo nombran de algo, cambia de actitud. El tipo cercano de ayer es ahora un señor que se siente importante y piensa que la importancia reside en la estupidez. El estúpido te trata con condescendencia, desde el grandísimo honor al que ha sido elevado. Léase un puesto en el gobierno, la presidencia de la asociación tal y tal o cualquier otra cosa.
Otro día tienes la suerte de conocer a un Premio Nobel muy renombrado y te sorprende su tacto y educación (me pasó con Severo Ochoa), o a un personaje clave de la reciente historia española y te quedas cautivada por su sencillez (Santiago Carrillo), y te acuerdas de ellos cuando lees que Nadal no celebró el triunfo en la pista para no humillar más a su rival.
Me declaro fan de Rafa y no sólo por su juego.
(Foto: Darnok/ Morguefile)
antonieta patateta
¡¡muy bueno!! pero mucho, a tu madre le habría encantado. Besos. Sigo muy orgullosa de tí, eres una escritora de campeonato, como Rafa.