A vueltas con la amistad

He pasado un par de horas con un viejo amigo, un amigo recalcitrante, un amigo para siempre, que tiene la gran virtud de haberme conocido antes y después, de un lado y del otro, empanada y sin empanar, expresiones estas últimas que uso sin   segundas intenciones.

Volvía a casa después de estar con este compañero, contertulio, contrincante, cómplice, copartícipe, con este coleguita que diría un castizo, y como siempre las ideas se me fueron por los cerros de Úbeda y pensé que es verdad que un amigo es un tesoro.

Por si tenía alguna duda, lo he confirmado en los últimos dos meses y pico, desde que la crisis económica me puso en la tesitura de cambiar de vida profesional. Las cosas van saliendo con esfuerzo y buena suerte, pero también con el aliento y el apoyo que he recibido de mis amigas y de mis amigos, de los de toda la vida y de los que acaban de llegar, de los que siempre estuvieron y de los que han vuelto, de los que están todos los días y de los que sólo asoman de vez en cuando, pero con tanta intensidad que da lo mismo.

Hay varios tipos y maneras de amigos. Los hay de la infancia, de la universidad, de hace cuatro días, del colegio, de una caminata en el campo, del pádel, del trabajo o tal vez llegaste a ellos porque son los padres de los amigos de tus hijas.  Lo bueno es que haya muchos y que sean de calidad, porque te alegran el alma y ya lo he dicho aquí más de una vez, suelen ser tan confortables como un sofá con manta en invierno.

Pensé en esto y también en que esta edad que transito ahora, la adulta, viene a ser como la parte plana de una imaginaria  meseta donde  la infancia y la juventud (en esto también me repito) serían una de las laderas (el ascenso) y la vejez,  por el lado contrario, el descenso.

Es una edad larga ésta que digo. Abarca toda la meseta y está muy poblada porque en ella caben desde los veintitantos hasta los setenta, los ochenta y hay hasta de noventa. Aquí, en esta meseta, nos movemos todos de aquí para allá y por eso hay muchas oportunidades para la amistad. Basta con tener buenas intenciones y un poco de interés.

Yo noto que cada vez me cuesta menos hacer amigos, y  me parece que no soy la única.  Será que hemos comprobado ya tantas veces lo que vale un peine, que no estamos pa’ boberías.  La meseta es la plenitud de la vida, aprovechémosla.

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