A veces me pongo a escribir y no sé a dónde me llevará el teclado. Es como si cada palabra llamara a la siguiente, como si existiera un código interno entre ellas: después de tí voy yo.
Si escribo amor, busco a continuación algún término que reste solemnidad a lo que precede. Así escribo amor y a su lado pongo calamares. Y de los calamares voy quizás a aquellos que comía de pequeña en un bar que se llama Hermanos Rogelio y que ya existía cuando yo era niña. De vez en cuando en aquellos años, mis padres nos llevaban a éste bar u a otro similar a tomar una cena temprana con papas arrugadas, gambas al ajillo y corneto de fresa.
Del corneto de fresa voy a mi madre, que disfrutaba como una enana con los helados y ponía una cara de pilla cuando se daba el gusto de tomarse uno. El gusto del paladar me lleva al «con mucho gusto», que es una respuesta que oigo mucho a algunos amigos de Ámerica Latina. Será casualidad o un indicio de cómo se trata la gente por allá.
Parecido, pero mucho más categórico o definitivo es la expresión «eso hecho», que usa mi padre cuando le pides algo. Recuerdo, de niña, cuando vénía con algún encargo del colegio: «Tenemos que llevar Canción de Navidad de Dickens, mañana ¿eh?»
Y eso se lo decía yo a las siete o a las ocho de la tarde, en una época en la que no había más librerias que las de Triana y las de Tomás Morales. Que ni El Corte Inglés existía entonces. Pero el libro estaba al día siguiente en mi maleta del cole.
Hablando de maletas del cole, este martes comienzan las clases. Con la vuelta a la aulas se da el definitivo carpetazo al verano como concepto vacacional, que en lo climático aquí, en Canarias, aún nos queda para rato.
Para los que acompasamos nuestras vidas al calendario escolar, el inicio de las clases es más año nuevo que el propio año nuevo. O al menos, así me ocurre a mí. Es un verdadero borrón y cuenta nueva.
Así me paso el mes de vacaciones ideando objetivos extraordinarios. Muchos se quedan en los celajes de agosto, allí subidos esperando a mi vuelta el año próximo. Otros los he ido adoptando de a poquito -una expresión argentina que me encanta-, y así ahora mi vida va algo mejor gracias a los objetivos de sucesivos agostos, que este año, por cierto, son bastante modestos, a tono con el clima de crisis que sufrimos.
(La foto viene a cuento no por los calamares ni por el corneto de fresa, sino por el amor y por las vacaciones. Y amor porque los protagonistas de la foto se quieren y también por lo que yo los quiero a los dos.)
Los objetivos en crisis
Publicado en: miscelanea
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ártabro
Cuentan que, en la fortaleza de Valença do Minho (Portugal), enfrente de Tui (Pontevedra), había dos cañones, el pequeño tenía una leyenda: «Tente Espanha» y en el otro el lema era: «Onde non cheques ti, vou eu».
Se conoce que, tu disparas con el cañón grande.
Un saludo desde Galicia, rapaciña.
alearen
Es un placer tenerte de vuelta.. A mi madre se le ponía la misma cara cuando comía helado.. era como si su sabor funcionase como un anzuelo para la niña que llevaba dentro, que se acercaba tanto a la superficie que se le reconocía… Besos
P.D: ¿Que significado das al término celaje? o es un brindis a la poesía surrealista o no conozco la acepción que tú le das..
Ángeles Arencibia
Alenaren: tienes razón, es una licencia. Uso celaje como cielo, o así…. Un beso para tí.
Cuinpar
Ay, qué cosas. Hablando de anzuelos para la niñez agazapada y celajes, me dio un ataque de nostalgia, porque una de las frases que más me repitió mi abuela en mi infancia fue: «ay, mi niña, se te va el día mirando pa los celajes».
Y, bueh, hay cosas que nunca cambian… 🙂