No creo que exista un lugar mejor para conocer una ciudad que el transporte público. No hablo aquí de algo que te lleva a los sitios, sino de un sitio donde la gente del lugar se mezcla, se apretuja y se muestra tal como es.
Desde hace algunos meses, la madurez, la crisis, mi cada vez mayor conciencia ecológica o el hecho de que funcionan francamente bien, me ha convertido en una usuaria habitual de Guaguas Municipales de Las Palmas, de la guagua.
Es un sistema limpio, rápido, eficaz y muy interesante a veces. En la guagua ningún recorrido es igual al anterior aunque sea el mismo. La diferencia la ponen las personas con las que compartes la experiencia.
Si estás de humor, te puedes ver inmersa en tertulias muy amenas, que cambian de miembros entre paradas, al tiempo que sufren relevos inspiradores.
Hace poco viajé junto a una señora de raza negra que hablaba a buen volumen con su móvil con alguien en un idioma que no reconocí y que asimilé -en mi ignorancia- a alguna lengua africana.
Detrás de ella viajaba sentada una pareja de mediana edad de raza asiática, yo diría que japonesa, que hablaba también en su lengua.
Recuerdo que pensé en un viaje que hice a Londres con 15 años en el que me impresionó la mezcla de culturas que ya caracterizaba entonces a la capital británica. Ahora Londres está en la guagua.
La guagua cambia en cada viaje, incluso en cada parada. Ayer subí a una de las largas – ¿articulada se llaman?-. Era hora punta y me encontré con un buen tapón junto al territorio del chófer.
Al rato un espontáneo bien intencionado, viajero también, hizo mover a una chica que causaba el atasco para que los de la puerta pudiéramos pasar al centro menos atestado. Fue un alivio y un encuentro. Muchas gracias le dije, has tenido muy buena idea.
Los viajes unen. Hasta un corto trayecto en guagua puede lograr que un grupo de extraños sienta que comparte algo en común en este gran viaje que llamamos vida.
La última en la que participe trataba de la edad. La cogí empezada ya que fui el relevo de un señor mayor que se bajó al poco de aparecer yo.
Intervenían tres mujeres como actrices principales y un hombre en un papel secundario.
Hablábamos de si era mejor llegar a viejo o no; de si una vez ya se es viejo es mejor enterarse o no, y de otras cuestiones relacionadas con el buen humor y la genética.
Cuando me iba, dejé en mi lugar a una chica que decía que ella tenía coche, que no nos fuéramos a creer, y que soló había cogido la guagua porque iba a un sitio sin aparcamiento y que, en realidad, a ella la guagua, la fatigaba.
ELIA
En mi ciudad , a las guaguas articuladas se les llama Orugas , por su similitud .
Estupendo , sensible y ameno , como siempre .
Gracias
angeles
A ti