Ya he dicho aquí que me declaro conversa. Como me ha pasado otras veces con otros asuntos, he pasado del anti al pro, de enemiga a amiga, de contrincante a fan del mundo perruno y sus circunstancias.
Hace un par de días fue mi primera vez de verdad como dueña dueña. Fui sola con mi perro Kobe, los dos en el coche. Conduje de vuelta a la perrera, de donde lo recogimos hace ya tres semanas, para que el veterinario lo vacunara.
De no poder ver a un perro ni en pintura a ir los dos solos en un coche en amor y compañía. Quién me ha visto y quien me ve, me dije para mi coleto.
Cuando entré en la sala de espera de la consulta me sorprendí a mí misma orgullosa de mi cachorro. Me recordó tanto a mis tiempos de madre con bebé.
En la sala de espera coincidí con otras dos mujeres. Pronto empezamos a hablar.
Ambas contaron historias horribles de perritos abandonados. Una de ellas llegaba con uno de mediana edad y de origen muy humilde a juzgar por su pelaje, que había encontrado no sé dónde. Venía a entregarlo.
Nos explicó con desaliento -pronto cundió la complicidad entre nosotras- que no podía quedarse con él, porque ya tenía tres dálmatas en casa. Hasta nos enseñó la fotos de los tres perritos. ¡Qué monos!, coincidimos nosotras.
La otra señora -una mujer con muy buena pinta que parecía la dueña de la dama en La Dama y el Vagabundo la dueña de la dalmata madre en los 101 Dalmatas- traía a Blaky, un terrier , o pariente de terrier o algo así, al veterinario. Su historia me tocó la fibra sensible canina.
Blaky había sido hallado en un barranco en estado famélico. La mujer que lo encontró -su dueña hoy- confesó que en primera instancia lo había llevado a la perrera y que allí (aquí, según se mire) lo había dejado, pero que esa noche no había podido dormir de puro remordimiento.
Al día siguiente fue a por él, aunque no pudo adoptarlo hasta pasados unos días. Hoy Blaky es un perro feliz y ella, una dueña orgullosa que explica que el animalito está agradecido. Lo nota porque cuando se le acerca alguien la quiere «como proteger». Cuando lo encontró, nos relató, lo que tenía Blaky era sobre todo tristeza.
Al poco a la cola se sumó un chico que traía en brazos a otro perrito triste, también abandonado. Pero al rato llegó un cachorro que, como Kobe, había sido adoptado en el albergue. Pronto empezamos a hablar de nuestros pequeños al estilo «me come» y pronto también repartimos piropos por toda la sala de espera. «Se nota que es listo», «pues el suyo…», «yo noto que me quiere..», «tiene pinta de que va a ser enorme…»
(En la foto Blaky)
Blaky y mi primera vez
Publicado en: en primera persona
6
angel sarmiento
magnifico angeles, magnifico.
Ángeles Arencibia
Caramba Ángel, gracias.
Cira
Me ha encantado, solo te faltó el babero, recuerda llevarlo la proxima vez.
Ángeles Arencibia
Lo pondré en el bolsillito del transportín que me han prestado.
ELIA
Impecable , como siempre .
Me removiste la fibra sensible .
Me alegro mucho de to conversion .
Eres la mejor .
Ángeles Arencibia
Jaja