Un centro de salud debe ser uno de los lugares donde más evidente es nuestra condición humana. En el mío hay una sala de espera alargada a la que dan varias consultas. Está la matrona que atiende a las embarazadas; los pediatras, las enfermeras y los médicos de familias, esos todoterreno de la medicina.
En la sala de espera de un centro de salud hay que tener paciencia, porque, como dicen los carteles pegados a las puertas de las consultas, la hora que te han dado es orientativa o más bien, diría yo, sólo una excusa, un poner algo para que no te sientas tan perdida.
Estos lugares pueden ser muy entretenidos si se tienen ánimos para entrar en las tertulias espontáneas que se suelen organizar. A mí muchas veces me basta con escuchar. Se oyen cosas como: «Eso es el metabolismo, mujer …», y es una señora gorda que así, tan ricamente, acaba de diagnosticar el origen de los males de otra muy flaca que se queja de su peso.
Hace unos días me entretuve con el caso de una niña que acababa de cumplir los 14. Al parecer, el sistema pasa de manera automática a los niños que cumplen esa edad del pediatra al médico de familia. Esta niña se acaba de enterar porque habia venido por una gripe, se había presentado con un volante de urgencias y la habían mandado por primera vez al mismo médico de familia que llevaba a sus padres.
En la sala de espera alargada de mi centro de salud, la consulta de pediatra está justo enfrente de la del médico de familia, por lo que la niña de 14 años sólo tuvo que darse la vuelta. Como soy tan amiga de buscarle comparaciones a las cosas, metáforas, similitudes y tonterías así, en seguida vi la lasca que yo podía extraer a la situación.
Aquel cambio era mucho más trascendente que un mero trueque de puerta, era el salto de la infancia a la madurez. De esperar su turno rodeada de bebés y otras deliciosas menundencias, la niña de 14 había pasado a estar sentada junto a un puñado de gente que ya no cumpliría los 60. Ahora sí había dejado de ser una niña.
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Se acabó la infancia
Publicado en: en primera persona, galicia
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Manolo González
Querida Ángeles, yo, que para algunas, o muchas, soy tardío, me di cuenta que me había hecho mayor cuando en la agencia de viajes con la que habitualmente viajaba, me dijo un amigo empleado allí respecto a mi pretensión de algún descuento o subvención por joven, que para ello tendría que esperar a los de la juvilación…
Ángeles Arencibia
Ja, ja, Manolo te estoy viendo en la agencia de viajes. No te preocupes tu tienes el don de la eterna juventud.