Hace unos años una amiga mía se despertó una mañana alarmadísima. Acababa de darse cuenta que el día anterior había puesto gasolina en su estacion habitual y a continuación se había marchado sin pagar, tan ricamente. ¡Qué bochorno! ¿Qué estarán pensando? ¿Tendrán cámaras de seguridad?
Le faltó tiempo para ir a la gasolinera a pagar lo que debía. Pidió disculpas, avergonzada, pero el empleado que le cobró la deuda, lejos de afearle la escapada del día anterior, le felicitó por haber vuelto. No era lo normal, le dijo.
Hace unas semanas fui a poner gasolina en un día festivo. Tuve que retratarme en la caja para que el surtidor permitiera la salida del combustible. Es una gasolinera que frecuento desde hace años y nunca había tenido que abonar la cuenta con antelación por lo que pregunté al empleado. «Es que se marcha tanta gente sin pagar, que el dueño ya nos ha dicho que la próxima vez lo pagamos de nuestro sueldo», me explicó.
Oído a la salida de un colegio: «Mi hijo perdió la chaqueta del chandal y yo le dije que fuera a donde los objetos perdidos y cogiera una cualquiera. ¡Oh!, alguien se quedó con la de él».
El camarero se ha equivocado y le ha cobrado un solomillo de menos, pero usted abona la cuenta con rapidez para salir a escape. Si le pillan, dirá que no se había fijado. Después relata la hazaña a los amigos, encantado.
Son corruptelillas, trapisondas que sólo llevamos a cabo porque estamos seguros de salir impunes y también, tal vez, porque está bien visto. Me pregunto si lo único que diferencia una pequeña trampa de un gran desfalco es el montante del asunto y la posibilidad, en el segundo caso, de ir a la cárcel.
Nos siguen haciendo gracia los pícaros hasta que somos víctimas de sus picardías. Hasta que nuestro hijo vuelve del cole sin la chaqueta del chandal o tenemos que poner de nuestro sueldo la cuenta que no pagó el cliente.
(Pie de foto: Surtidor antiguo. Ladyheart/Morguefile)
mmeida
Uyssss, como llegue a oídos del Juanfer 😀
Un saludo.
Ángeles Arencibia
Pues mira…
antonieta patateta
Pues sí, tristemente es cierto. Aunque a veces no lo es del todo y te cuento: una vez me pasó que choqué (uno de mis tantos choques) al aparcar y creí haber roto el faro de otro coche, así que dejé un post it con mi teléfono. Más tarde me llamó otra rara avis que me dijo «no te preocupes, no fuiste tú, ya estaba roto». Lo más sorprendente es que «ocurrió en Madrid»
Ángeles Arencibia
Antonieta: Increible, no sólo que no aprovechara para arreglar el coche, sino que encima te llamara para decírtelo. Haberlos haylos. Pero estarás conmigo en que mucha gente pensaría: «Pero qué tío más tonto»
Néstor J.
Pues si… Increible. En ciertos paises del norte de Europa, para ir al metro, a la guagua, o a cualquier museo no hay barras para pasar, sino que tienen vía libre para entrar sin ticket, pero he ahí la consciencia ciudadana que allí tienen que todos chequean su bono o entrada. Si en España hicieramos eso… casi todos nos colaríamos, y claro está pondríamos en riesgo cosas tan imprtantes como el transporte público etc…
Ángeles Arencibia
Néstor, tu comentario me recuerda una escena que presencie en un tren de cercanías en Italia. A un matrimonio maduro con toda la pinta de ser escadinavos que iba en el mismo vagón que yo, se le cayó un café con leche al suelo. Ella cogió un paquete de pañuelos de papel y limpió el desaguisado. Dejó el suelo en perfecto estado de revista en lugar de cambiarse de asiento y dejar el recado a la señora de la limpieza.