Cuanto más novedad, más lo de siempre. Somos muy tradicionales. La corrupción, al fin y al cabo, no es tan importante porque no interfiere en nuestra rutina, o porque si no son estos, serán aquellos.
La corrupción es también tradición, el pícaro lo es de la literaria y estamos muy orgullosos de nuestra literatura.
Pensamos que la política es un asunto de los políticos, como si los políticos fueran extraterrestres, y estamos tan escamados que hemos vuelto al refranero.
El virgencita virgencita que me quede como estoy es el credo de una mayoría que no tiene más aspiración que conservar su pisito, su paguita, el aperitivo del domingo y esos programas que echan en la tele.
Y nunca hubo un verbo mejor empleado que este de echar, porque esos programas se echan, no se emiten, que esto sería también muy complicado.
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