
Solo le faltó decir ‘sálvese quien pueda’, pero está claro que, si no es por ella, aún estaríamos liados en la cola de la matrícula del instituto. Me llamó mucho la atención, porque se convirtió en la líder del grupo de forma natural.
Ordenó la cola y evitó colones, por lo menos hasta su puesto y un par de ellos más atrás. Esto último por solidaridad, supongo, aunque tampoco lo juraría.
Llevaba el pelo sujeto en un moño y canas a media cabeza. Pantalón oscuro, jersey oscuro y frases como: “cuando hay una cosa que hacer, no se puede hacer otra”, y otras sentencias por el estilo.
Vestía de manera modesta y se desenvolvía como alguien acostumbrado a lidiar con vecinas respondonas, en algún barrio popular de la ciudad.
Sin moverme de mi puesto, me dejé llevar por mis pensamientos y me pregunté qué habría sido de esta mujer si hace 60 años hubiera sido ella la que comenzaba el curso en el instituto.
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