Se levantó al alba. Con tanta antelación, que habría podido ir al gallinero. Eligió dos huevos de la nevera. Dispuso un plato hondo para batirlos. Sacó el envoltorio del jamón que había comprado el día anterior y se dio unos instantes para pensar cuál sería la mejor manera de trocearlo y también qué cantidad debía utilizar.
Decidió cortar una tira a lo ancho que atravesara todas las lonchas. A continuación troceó la tira en el otro sentido.
Mientras, los huevos ya se habían templado. Los batió. Primero las claras y después con las yemas.
Buscó una sartén de las nuevas. Unas gotas de aceite y calor.
Agregó el jamón en pedacitos al huevo batido y una pizquita de sal, y esperó a que la sartén ahumase un poco.
Vertió la mezcla y fue levantando con cuidado por los extremos a medida que el huevo cuajaba para que el líquido de la parte superior pudiera también cocinarse.
Le dio varias vueltas. No podía quedar jugosa, aunque ella las prefería así, pero no en esta ocasión.
La sacó de la sartén y la colocó sobre un plato cubierto con papel de cocina para que retuviera el aceite sobrante, unas gotas apenas.
La colocó junto a la ventana abierta para que se enfriara. La dividió en cuatro pedazos y abrió cada uno por la mitad.
Buscó el pan de molde, partió en dos un par de rebanadas y, con todo expuesto sobre el poyo de la cocina se puso a maquinar cuál sería la mejor forma de empaquetarlo.
Media porción de papel de cocina envuelta en film resolvió cada uno de los cuatro emparedados que metió a su hija en la mochila.
«Toma cariño, son sandwiches de tortilla con jamón y amor».
UNo
Muy tierno artículo Ángeles. La verdad es que después de los «cienes y cienes» de «sandwiches de tortilla con jamón y amor» que le he preparado a mi hija, valoro más que nunca el trabajo de mis padres.
Saludos
Ángeles Arencibia
Y yo. Me pasa lo mismo. Serán cosas de la especie humana.
Antonio Miguel Hernández Benítez
Y la dejó ralita?
Ángeles Arencibia
No Tony, la dejó sequita porque era para llevar.
Esther Arencibia
Pura poesía. Me chifla.