Dentro de muy poquitos días me voy de vacaciones, así que esta semana es para mí una de las mejores del año laboral. La razón es que a veces la promesa de algo vale casi tanto como lo prometido; la espera como lo esperado. Ahora mismo mis vacaciones son todo lo que mi cabeza sea capaz de imaginar dentro de los márgenes que sé que tengo, y estos últimos días de trabajo empiezo ya a disfrutar de ellas.
Un conocido llevó este sentimiento al extremo. Un día que me dijo que ya estaba lamentando que se acercaran sus vacaciones, porque significaba que con ellas se aproximaba también su final y la vuelta al trabajo. Ya temía el regreso sin haber salido. Algo pesimista, ¿no?
A mí, esto del disfrute previo me pasa desde pequeña. Entonces mi día preferido era el viernes, no el sábado o el domingo, el viernes, porque era la antesala del fin de semana, la promesa de algo bueno que estaba por venir.
Hablo de años de pura infancia, que, en mi caso, pasé en las aulas de un colegio de monjas sólo para niñas. En aquella época las más pequeñas usábamos un babi encima del uniforme, que llevábamos el viernes por la tarde a casa para lavarlo.
El babi, bajo el brazo, en la maleta o arrastrando por el suelo cogido por una manga, era señal de que comenzaba la libertad. ¡Por fin viernes! era el grito. Y el babi, con lamparones de pintura a la témpera o de barro de modelar, la bandera que enarbolábamos.
Ahora estoy a punto de recoger mi babi en el trabajo y tengo unos días para regodearme en la promesa de felicidad que traen las vacaciones. Para mí y para muchísima gente, supongo, se trata sólo de una cuestión de tiempo, de tiempo libre, que es precisamente lo que más escasea a lo largo del año.
Cuando era niña, el último día de clase era tan emocionante. Salías del colegio con las libretas manoseadas; con los trabajos manuales siempre a punto de despegarse, los libros, los lápices requeteafilados y una felicidad que no te cabía en el pecho. Ante tí, la inmensidad del verano. Tres meses, de los de antes, todos enteros para jugar.
En uno de mis últimos veranos eternos, un amigo de mi padre me dio la mala noticia de que aquello acabaría pronto. «Cuando entres en la universidad, te quedará alguna asignatura para septiembre… y después en el trabajo sólo tendrás un mes..», me dijo.
En realidad, lo que me pasó fue que durante la carrera dediqué los veranos a hacer prácticas y al acabar empecé a trabajar y ya nunca lo dejé (afortunadamente). Así que hace 22 o 23 años que no disfruto de más de cinco semanas de vacaciones seguidas.
Esta limitación que comparto con la mayoría de los trabajadores hace que me tome los días de vacaciones como joyas preciosas que debo conservar; o mejor: como el trozo de chocolate que me daba mi madre de niña y que yo comía a mordisquitos para que durara más.
Estas vacaciones vuelven a ser únicas. Las espero con tanta ilusión como la que cabría en las bodegas de un superpetrolero, pero también con mucha nostalgia por los veraneos que ya pasaron y por las personas con las que los compartí y que nunca van a volver.
(Foto: Si está bien datada, se trata del tecer verano de mi vida. Tenía dos años y fue en 1967, en Las Canteras, of course)
A mordisquitos para que dure más
Publicado en: reflexiones
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ovidiov
Además, cuando era pequeñito, las clases de los viernes por la tarde eran de plástica, por lo que ya empezaba antes el fin de semana…
Pero me has matado, con lo de no he disfrutado más de 5 semanas seguidas…Desde que empecé a trabajar, nunca me he disfrutado de más de dos semanas seguidas, incluido boda de por medio…y ahora que gestiono nuestra propia farmacia, te puedes imaginar…que diez días y suerte!!!
Espero que las disfrutes mucho!!!
Ángeles Arencibia
Ovidiov: el trabajo en prensa es así. Trabajas muchos fines de semana, todos los días de fiesta y después tienes más vacaciones. En tu caso eres empresario así que es distinto. Gracias.
Sergio (Avatareño Mayor)
Ángeles… ¡¡ qué identificado me he sentido !! jajajjajajaja… a mi quedan 2 semanitas y también estoy deseando que lleguen de una vez…
Y por cierto… ¿la ve la foto eres tú? … ¡qué monaaa!.. jajaj.. me encanta al bañador «carta de ajuste».. jajajjaja.. en serio.. me encanta.. jajajaja
Ángeles Arencibia
Sergio, sí, soy yo, y el bañador todavía lo conservo. Qué gracioso eres, ja,ja
antonieta patateta
Para mí el viernes sigue siendo el mejor dia de la semana. Me has vuelto a hacer llorar, tu artículo es una vez más, precioso. Respecto a la foto, casi no has cambiado nada.
De verdad es precioso, creo que al final , si tuviera que votar, votaría por la que escribe de sentimienos y recuerdos, aunque no sé, la del buen humos también me gusta mucho.
Insisto, me has vuelto a hacer llorar.
besos