Hace unas semanas conocí a una pareja mallorquina que me impresionó profundamente y sobre la que quería hablar en este blog. Me refiero a los Campaner: él tendrá unos 60 y ella quizás sea algo más joven. Ella es enfermera y él, recepcionista de hotel.
Pero lo urgente a veces puede con lo importante y he tardado más de la cuenta en traerlos a este pedazo de espacio virtual.
Lo conté en el periódico y también otros medios se hicieron eco de la extraordinaria historia de esta pareja sencilla, de este par de buenas personas.
Le decía yo a quien medió para que le hiciéramos la entrevista, que Pep me había parecido hasta guapo después de oírle hablar. Nunca diría que es un hombre bien parecido, pero por dentro es un adonis.
Decía que me impresionaron en la entrevista. Con mucha naturalidad el recepcionista y la enfermera me contaron cómo habían llegado a montar una organización para luchar contra el noma, una espantosa enfermedad que corroe la cara de los niños más pobres de África hasta que los mata.
Tienen cuatro hijos y supongo que la suya era una vida normal (con la salvedad de que habían sufrido el desgarro de perder a su primer hijo a los 6 años por una enfermedad), hasta que conocieron a Fátima, una niña enferma de noma que habían llevado a Mallorca para ser operada.
El relato está en el enlace que puse más arriba. Yo aquí quería referirme a la charla que dieron después en Casa África y en la que Pep explicó a qué se dedica su fundación.
El noma es una enfermedad producida por una bacteria que literalmente se come la cara de los niños. «Si el afta empieza en la garganta, duran una horas», explicó Marilena Campaner. Se produce por desnutrición y falta de higiene y las peor paradas son siempre las niñas.
«En África comen por estamentos. Primero comen los viejos, después el papá, después la mamá, después los hijos varones y, si queda algo, las niñas», informó Marilena.
Las peripecias de la familia Campaner en África dan para un libro entero y, desde luego, para una buena película. Exprimen tanto la vida.
Pep, al que su empresa -la cadena hotelera Riu- mantiene en nómina aunque hace tiempo que abandonó la recepción de su hotel mallorquín por los secarrales de Níger, habló de los riesgos y de las calamidades de su vida en África, pero también dijo que «lo mejor que hay en el mundo es poder ayudar a alguien».
Yo me quedé con esta frase, me la llevé a casa y después miré alrededor y me acordé de aquél diálogo de la Hoguera de las vanidades, en el que la hija del protagonista le pregunta a su madre qué hace su padre que es broker («un amo del universo») para ganarse la vida, y ésta le responde con mucha mala leche que vive de recoger las miguitas de tarta que dejan los demás al cortarse sus trozos.
Los Campaner se marcharon de Gran Canaria, no sé si satisfechos o decepcionados con la acogida.
Se fueron a salvar niños que tienen menos que nada (sé de lo que hablo porque una noche en el desierto de Níger ví a seres humanos rebañando platos con restos de salsa con sus propias manos) y aquí nos quedamos nosotros, con nuestras miguitas de mediocridad,
(En la foto de Gerardo Montesdeoca, los Campaner en la terraza de Canarias7)
El recepcionista valiente y la enfermera extraordinaria
Publicado en: actualidad
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