Llevo una temporadita frecuentando centros de salud y hospitales por causas diversas -ninguna grave afortunadamente-. Para una persona ajena al mundo sanitario, como es mi caso, y además con fobia a la mera mención de la sangre (es tal que no sé si me desmayaré antes de acabar este artículo), sólo entrar en un lugar de estos es ya un motivo de estrés.
Como me decía el taxista esta mañana mientras me llevaba al hospital, hay que ver la cara de acojono con la que entra la gente.
Hay mucho valiente, lo sé. que no se inmuta por una cirugía de nada, pero también hay mucho gente como yo que entra en estos lugares con respeto y bien agarrada al bolso, por si se pierde algún papel importante del historial clínico de la abuela. No sea, ¡Díos mío!, que me lo vaya a pedir el pediatra de mi hija y no lo lleve encima.
Decía que llevo casi un mes frecuentando el mundo sanitario, un ecosistema en el que lo normal es esperar, armarse de paciencia y esperar. Ya lo he contado en alguna ocasión. Para mí las esperas entre extraños son como una película sin guión.
Un juego parecido al Cluedo -donde había que averigüar quién era el asesino-, en el que voy asignando papeles a las personas que tengo a mi alrededor.
Esa señora es viuda, aquella de allá, profesora; este hombre está en el paro … y así me entretengo. Después les asigno situaciones, de dónde vienen y a dónde van. Las razones por las que está aquí, etcétera.
Esto era antes, cuando encontraba una cierta paz en mis esperas. Últimamente me topo con tal amasijo de gente que lo único que puedo imaginar es de dónde sacan el buen talante las personas que me atienden (enfermeras, enfermeros, auxiliares, médicos, conserjes) para seguir tratándome tan bien en medio de tanto desbarajuste.
Hay enfermeras en algunas consultas que podrían dirigir un colegio entero, de la maña que se dan para poner orden entre decenas de pacientes ansiosos. Aunque luego todo sea fachada, y una vez entras en la intimidad de la consulta, el bulldog se convierte en un ser tan tierno y comprensivo que dan ganas hasta de besarla.
Reconocimiento sanitario
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ELIA
Ese buen hacer y esa facultad de conversion se debe en gran parte a LA VOCACION , sin ella seriamos incapazes de desarrollar bien nuestro trabajo .
Tambien hay muchos de la profesion que carecen y eso se nota.
Te lo dice una del ramo que lleva muchos años trajinando .
Que conste que yo hago lo mismo que tu en las salas de espera , en los autobuses , en las colas , me entretiene mucho porque aburrirse es de ignorantes .
Me sigue gustando leerte .Gracias por compartir tus sentimientos.
Ángeles Arencibia
Gracias Elia.
Juan
Muchos de los trabajadores del ramo están ahí por vocación y siente su trabajo como un servicio público, aunque las condiciones cada vez sean peores. Te lo digo por conocimiento muy cercano. Pero siempre hay excepciones. ¡ANIMOOO!
Ángeles Arencibia
Hay mucho bueno y algún que otro que se equivocó de lugar. Gracias Juan.