Tengo amigas que han vuelto a la soltería y otras que nunca la abandonaron. Me refiero a mujeres de mi generación, entre los cuarenta y el medio siglo, una edad en la que cualquier opción no suele ser ya un ensayo sino la vida de cada una.
Algunas de ellas llegaron a esta situación después de una ruptura y otras han abandonado su independencia sólo de manera puntual. Hablo, en este caso, de mujeres heterosexuales que nunca renunciaron a la posibilidad de vivir una historia de amor, pero que tampoco hicieron de esta posibilidad el centro de sus vidas. Si llega, maravilloso; si no llega, pues tengo otras cien cosas que llenan mi vida.
Estas amigas mías habrían sido bichos raros en la España de hace treinta, cuarenta o cincuenta años. O puede que de no hace tanto. En el franquismo el destino de la mujer era casarse o meterse monja, la tercera opción no estaba bien vista y no digamos si, además de soltera, era madre. ¡Madre soltera!
(Hay un texto muy curioso de lo que debía ser la mujer casada para la Sección Femenia. Lo citan aquí. Si no lo conoces, recomiendo su lectura íntegra. Al final está lo mejor)
Qué chollo aquellos tiempos para los hombres. Tenían la sartén por el mango y el mango también -que cantaba Alberto Cortez-. Ponte en situación: todas las mujeres estaban dispuestas a casarse, más bien desesperadas por casarse porque la otra opción era el convento y no eran mayoritarias las llamadas por ese sendero. Así para los hombres debía ser bastante más fácil que ahora encontra pareja. Para un roto siempre había un descosido.
Las cosas han ido cambiando. Algunas de manera rotunda, afortunadamente, pero hay tics que perduran. Y no hablo del terrible balance de mujeres asesinadas, una tragedia para la que no se acaba de encontrar freno; sino de una forma de machismo mucho más sutil que pasa desapercibida y en la que yo no me había parado a pensar hasta que la otra noche me encontré con una de estas amigas.
Hacía tiempo que no hablábamos, pero tenemos una relación de corredor de fondo que supera sin problemas las largas etapas en blanco. Yo me alegré de verla, pero ella se alegró más y no por mí, sino por las circunstancias. Acababa de escapar de una situación incómoda y se alegró de encontrar un hombro amigo en el que desahogar más su estupor que su enfado. Acababa de dar esquinazo a un aspirante a enamorado que olvidó que la pareja como las discusiones es cosa de dos y que si uno no quiere, al otro no le queda más plan que la retirada. A estas alturas, me decía. A estas alturas…
antonieta patateta
¡qué razón tienes! besos
enrique
En estos tiempos hay muchas posibilidades de vida plena; la de soltero es una de ellas, no es ni mejor ni peor que la de casado; cada una de ellas comporta grandes posibilidades y grandes limitaciones.
La vida de soltero constituye en estos momentos una experiencia psicológica y social nueva que nada tiene que ver con la soltería de otros tiempos.
La clave de la felicidad de las personas depende básicamente de la gestión que cada uno hace de las inmensas posibilidades que la vida nos ofrece de amar, soñar, comunicarnos y compartir nuestra vida con nuestros semejantes tanto en el matrimonio como fuera de él.
Cira
El artículo de la sección femenina no tiene precio, aunque mejor no se lo doy a leer a mi marido, porque hace casi 20 años que me lleva el buchito de café a la cama y el hombre puede «rebelarse»…
De todas formas, bien por las solteras, secundo tu opinión que de lo que se trata es de vivir y disfrutar día a día.