Aunque sumida yo también en esta euforia futbolera que nos aqueja, cometí ayer la herejía de aprovechar el lapsus del partido para hacer la compra. Pensé que iba a estar solita en el supermercado, pero no fue así.
Hay gente para todo. Y la había ayer en el super, aunque es verdad que menos de lo habitual. Tomé rumbo poco antes de que comenzara el encuentro pensando que iba a tener la calle para mí sola. Pero lo que encontré fue un fenomenal atasco formado por cientos de personas que, digo yo, llegaban tarde a la cita con el susodicho partido.
A la hora de pagar, el joven que atendía la caja y yo oímos una algarabía que venía de fuera del local. Ambos nos sobresaltamos pensando que a lo mejor era un gol. Tras comprobar que había sido una falsa alarma, le pregunté que por qué no tenían una radio o algún instrumento similar para seguir el trascendente encuentro como estaba haciendo medio país. Él me contestó, muy ceremonioso, que la empresa X, la suya, era muy seria y no permitía según qué cosas. No supe qué contestarle, pero me quedé pensando en si esa seriedad se aplicaría también al precio de los calabacines.
Ví la segunda parte del partido a trompicones, mientras preparaba un puré de verduras en la cocina, pero al final sí que me senté a escuchar las reacciones. Me llamó muchísimo la atención la de Luis Aragonés. ¡Qué tío! Parecía que acaba de salir del dentista, de un duelo o de pagar a Hacienda. Con esa cara de hombre de interior, seco sequísimo, y más comedido que una solterona escocesa a la hora del té. Dicho esto, añado, sin embargo, que me gustó mucho este hombre tan alejado del palabrerío y la falsa modestia de las que muchos hacen gala con infinitamente menos méritos que el seleccionador de moda.
¿De moda? ¿Se pondrá in el look Aragonés? ¿Habrá que tener cara de pocos amigos para ser fashion a partir de ahora? Nunca se sabe con estas cosas del fútbol que si ya es fundamental para la vida de medio país cuando se pierde, no sé qué puede pasar ahora que por fin se gana.
Del futbol del jueves y de la comida de hoy saco el título de este artículo (post o entrada en lenguaje ad hoc). Del fútbol, porque creo que sería bueno recordar que la televisión no permite por ahora que los jugadores escuchen nuestros consejos aunque se los demos a gritos; y de la comida, porque también sería bueno recordar a más de uno que el móvil es un instrumento que transmite el sonido y que lo hace muy bien sin necesidad de que los interlocutores lo hagan con alaridos. Mas que nada para que el resto del restaurante no se entere de esas negociaciones tan curiosas con la empresa tal y cual y pueda atender con comodidad y sosiego a sus propias e intrascendentes conversaciones.
(En la foto de Fernando Ojeda, celebración del triunfo del jueves en la plaza de España de Las Palmas de Gran Canaria)
antonieta patateta
Pues no sé qué decirte. A mi esto del futbol me parece un remedio masivo para remendar estados de carencia expansiva. Es decir, cuando se lleva mucho tiempo sin expresar, es buenoe xpresar algo aunque sea a gritos.Me parece fenomenal un jolgorio en el que vibra desde el rey al mecánico. Es divertido así que me he unido a la tendencia y ahora grito y hasta me alegro por un deporte que nunca me ha interesado.
Ángeles Arencibia
Antonieta: sí, una terapia.