Hace unas semanas escuché en la radio al director del Museo del Prado a raíz de la iniciativa de Google Earth. El buscador ha colgado fotografías de 14 obras maestras de la pinacoteca en altísima definición. Miguel Zugaza, el director, se felicitaba por la nueva oferta que permite navegar sobre las pinturas y acceder a detalles que no se podrían observar de otra manera. El prodigio tecnológico era constatable, pero el director del Prado puso un pero: En internet no es posible ver «el alma» de los cuadros, la imagen virtual no puede reemplazar a la real.
No sé si Zugaza expuso este argumento para fomentar las visitas al museo que dirige; porque cree sinceramente que la pintura tiene alma y ésta no puede reducirse a bits, o por ambas cosas a la vez. Pero me acordé de esta afirmación al leer que la editora Carmen Bacells va a colocar sus libros en Internet. Los autores de la agencia de Bacells no son moco de pavo. en su nómina está García Márquez, Vargas Llosa, Delibes y algunos otros indispensables de las letras hispanas.
El proyecto editorial tiene evidentes paralelismos con el del Prado. En ambos casos se trata de colgar obras maestras en la red. Pienso, como Zugaza, que no es lo mismo contemplar Las Meninas en la pantalla del portátil que en vivo y en directo. Hay una emoción que es física y nunca virtual.
Por otra parte, se pierde glamour, pero también se gana con la democratización del teclado. Ahora podremos escrutar a Velázquez en pijama y zapatillas, no importa que no podamos ir a Madrid. Ocurrió lo mismo con el avión: antes, cuando eran pocos y caros, la gente se ponía elegante para viajar; ahora, que afortunadamente ya no es un transporte minoritarío, subimos la escalerilla o recorremos el finger de cualquier manera.
Puede que sea una cuestión de costumbre, pero no encuentro el mismo placer en leer un periódico digital que en hacerlo en papel prensa. Hay quien sostiene que los lectores se hacen adictos a un determinado diario también por el tacto del papel. Contenidos, ideas, firmas, enfoques y tendencias son importantes, pero también la calidad del papel. Supe de esta teoría hace algunos años, cuando Internet ni siquiera era una promesa, pero no creo que haya caducado del todo.
Con los libros me ocurre lo mismo, me gusta su lado material. Tengo un amigo al que le gusta olerlos, y que asegura que alguna vez lo han pescado en la librería con la nariz metida en un tomo. (También los lee, de hecho le gusta más leerlos que olerlos). Con el proyecto de la Bacells, mi amigo podría saber del coronel Aureliano Buendía, pero sería de forma innodora.
Supongo que es el signo de los tiempos y que cada vez tendremos más partes de nuestra vida colgadas en la red. Internet se convertirá entonces en el perchero de todas las artes y de todos los conocimientos y quién sabe si los libros o los cuadros tal y como los conocemos hoy serán objeto de coleccionista.
(La foto es de morguefile)
ELIA.
Verdaderamente es vertiginoso el avance de las tecnologias a este respective.Siempre me acuerdo de «Los supersonicos» , unos dibujos animados que veiamos de pequeños,tenian grandes adelantos , hacian la compra en una pantalla,cocinaban platos preparados en un artefacto dandole a un boton,la nevera les decia los alimentos que se acababan ,para todo utilizaban una pantalla con la que se conectaban con todo aquello que querian, etc….pues ya estamos ahi.Solo faltan los coches voladores ……..
Pero el placer de leer un buen libro en un ambiente adecuado o no,CUANDO TE ENGANCHA SE LEE HASTA DE PIE. ……..no nos lo da internet , NO.
Jose Frechín
Lo más bonito que se le puede decir a la frase es «desafortunada». Lo que dice este hombre no tiene nada que ver con internet, intercambiando la palabra me sale esto:
– En televisión no es posible ver «el alma» de los cuadros, la imagen catódica no puede reemplazar a la real.
– En los libros no es posible ver «el alma» de los cuadros, la imagen impresa no puede reemplazar a la real.
– En los cuadros no es posible ver «el alma» de la vida, la imagen pictórica no puede reemplazar a la real.
Vaya, se me fue la mano con la última frase.
La primera vez que vi el Jardín de las delicias, en el prado, me quedé mirando largo rato, flipando, apartando japoneses y extasiado. Seguramente viendo el alma del cuadro, eso es genial.
Pero carajo, vivo a nosecuantos kilómetros del Prado, visito frecuentemente la web, veo las exposiciones temporales y a veces me emociono con algún destello, eso, aun no siendo lo mismo, también es genial.