(Llevo semanas sufriendo con mi portátil a causa de la entrada de internet que de repente pasó de canalón a canalillo. Mi querido amigo Alejandro ha solucionado el problema en un pis pas y yo he quedado como lo que soy, una ignorante virtual -que no es lo mismo que una virtual ignorante-, pero hoy voy de otra cosa.)
Anoche, cuando volvíamos a casa, mi costilla me comentó la reacción de otra persona acerca de la expresión sonriente con la que los tres jóvenes implicados en la muerte de Yunaisi aparecían en la primera del periódico del miércoles. «Estos descojonados y la niña muerta», comentó aquella persona tras ver la portada.
Me pareció una frase certera. La conclusión de esta historia desgraciada es que el bebé Yunaisi no llegó a cumplir el año y que lo seis meses que duró su vida no fueron un camino de rosas, ya que, según las periciales de los forenses, la niña sufrió malos tratos. El revolcón que se ha llevado el proceso retrasará un poco más la definición de las responsabilidades. Pero no es éste tampoco el tema que propongo.
He oído que en ciertos ambientes hay padres que animan a sus hijas menores a quedarse embarazadas porque de esa manera tendrán prioridad para obtener un piso de protección oficial. No sé si es cierto y tampoco sé, si en caso de serlo, afecta a mucha gente. Pero puede ser un indicio más de por qué en determinados sectores de la sociedad abundan la madres precoces, como la de nuestro bebé, que debía tener unos 18 años cuando ella nació.
No es posible afirmar que una madre niña no va a ser capaz de criar a su hijo ni tampoco se puede decir lo contrario de cualquier madre de 25, 30 o 40 años La edad no es una garantía de sensatez materna, aunque es posible que ayude. Para tener un hijo no hay que pasar ningún examen ni realizar un curso ni cumplir ningún requisito. Basta con tener un óvulo y que éste se cruce con un espermatozoide. Lo demás es automático.
«Lo normal es que todo sea normal», le decía su madre a una amiga mía para calmar sus temores de embarazada primeriza. Y así es. Lo normal es que nueve meses después del cruce entre el óvulo y el espermatozide nazca un niño y pida vivir. Los padres se lo llevarán a casa y allí se irá el bebecito, completamente indefenso y confiado en que ha caído en buenas manos. Se va sin garantías y sin referencias respecto a la familia que le ha tocado.
En la mayoría de las ocasiones al recién llegado le cae un buen destino, pero a veces la normalidad tiene un roto y el bebé se resbala por él. Podríamos ayudarle, pero es difícil porque el pobre no puede pedir ayuda ni salir corriendo. Así que se traga lo que le echen hasta que logre hacerse mayor, se descubran los malos tratos o, como Yunaisi, aparezca muerto. Son pequeñas malas vidas para las que, para nuestra verguenza, seguimos sin tener respuesta.
(El la foto de la agencia Efe del año 2004, dos operarios trasladan la camilla donde va un niño al que acaba de matar su padre a golpes. El niño tenía tres años. Fue en el País Vasco),
Las malas pequeñas vidas
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ELIA
No puedo con la violencia con los niños , es un tema que no soporto.
«La fue a coger de la cuna se le resbalo e hizo «ploff»,¿y los mordiscos en las nalgas? , habria una piraña en la cunita ……,si es probable que entre tanta inmundicia hubiera pirañas .Esa gente no merece existir .Eso si, yo se lo haria pagar muy , pero que muy caro.