
“Rezo, paja, paja, rezo, rezo, paja, paja, rezo….” Esta irreverente letanía es una de las frases que recuerdo del monólogo que la actriz grancanaria Mónica Lleó representó este sábado en una de las salas de los multicines Monopol de Las Palmas de Gran Canaria, reconvertida en teatrito, con todo lo que de íntimo y cercano que significa en este caso el tamaño, –y menos mal que no me oye Mónica que ya le habría sacado punta a esto del tamaño.-
Me gustó mucho el espectáculo de la Lleó, como seguro que prefiere que la llamen -al estilo de las grandes de la escena-, y no sólo por la solidez de su Manual de urbanidad para jovencitas, su propia rotundidad de actriz con muchas tablas, ni tampoco por lo bien que lo pasamos -que reírse es el mejor regalo en estos tiempos de incertidumbre-, sino además por lo que significa de movimiento, de cultura, de vida para esta ciudad tan vapuleada.
Como ella dijo más de una vez, esa misma noche de sábado desde el escenario – el espectáculo, por cierto, me recordó y no sólo por el título a Los ligeros libertinajes sabáticos que leí hace muchos años-, había función en todos los teatros de los alrededores -el Pérez Galdós, Guiniguada, Cuyás y Cicca -, y, sin embargo, aún quedó público para ella.
La entrada para los pocos más de 60 minutos de espectáculo de la Lleó costó 7 euros en venta anticipada (12 en taquilla). Cultura económica, cercana, sin alharacas ni aspavientos, cultura cotidiana, con calidad y sin más atrezzo que una silla que alguien tuvo que meterle en el escenario, cultura a precio de estos tiempos, un placer, unas risas inteligentes y a casa con el espíritu aireado, como si lo hubiéramos llevado a la cumbre, a por retama.
(Este viernes 14 de febrero, Mónica hace Sorprendida, espectáculo en el que encarna a una moja mexicana, en el Corner Café (c/ Gran Canaria, 2, junto al edificio Woermann, Las Palmas de Gran Canaria). Será a partir de las 21 horas y será “a la gorra”).
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