
Este lunes 3 de febrero de 2014 ha abierto sus puertas en Las Palmas de Gran Canaria la Fundación Juan Negrín, una empresa apasionante que me atrapó hace más de una docena de años. Lo de este lunes es el principio de una etapa, la fácil, si me atengo a los que me comentaba el historiador Ricardo Miralles en una conversación informal una vez hubo acabado el acto de apertura.
Lo que queda ahora es lo fácil, porque lo difícil había sido lo anterior: traer el Archivo de Juan Negrín a Gran Canaria para conservarlo y ponerlo a disposición de los investigadores.
Cuando lo interrumpí, Miralles leía, por cierto, una carta del general Rojo, uno de los documentos originales que se muestran en la exposición didáctica con la que se ha abierto el programa de la casa. Escrita en esa letra de pulga de las máquinas de escribir antiguas, la carta del general Vicente Rojo – uno de los más de 150.000 documentos del archivo Negrín-, dictada cuando ya se sabía perdida la guerra, pero escrita, sin embargo, como si la victoria fuera posible, se me antojó un símbolo de todo aquello: de la insistencia de la verdad.
Pensé en las vicisitudes que habría vivido aquel pedazo de papel amarillento hasta ser depositado bajo el cristal de la vitrina y poder ser descubierto y escudriñado por los ojos expertos de uno de los historiadores más importantes en esta empresa de descubrir a Juan Negrín, el grancanario que aceptó la presidencia del Consejo de Ministros de la República cuando ya la guerra se sabía perdida, pues era “un patriota”, en palabras de otro historiador insigne, Angel Viñas.
Viñas enriqueció el entrañable acto de apertura con el anuncio de un hallazgo: comunicó que en el archivo militar de Ávila se depositaron hace una decena de años las memorias del ayudante de Casado, el militar que dio el golpe de gracia al gobierno de Negrín y precipitó la rendición. Este documento sostiene el papel de Franco como urdidor del golpe del coronel Casado.
La revelación de Viñas fue uno de los hitos de esta jornada, plagada de emociones porque se celebraban muchas cosas. Para la nieta de don Juan, Carmen, este era un momento “anhelado” en el que recordó a las víctimas de las masacres y la represión del franquismo, habló de democracia, de libertad y del esfuerzo colectivo, gracias al cual se ha conseguido llevar a buen puerto el proyecto de abrir el Archivo Negrín a los historiadores.
Representantes del exilio español en Francia elevaron con su presencia el tono de ese par de horas de la mañana del lunes en las que la antigua Caja de Reclutas se convirtió en escenario de la historia. José González, presidente del Centro de Investigación sobre el Exilio Republicano en Francia -que aglutina a 43 asociaciones-, dijo que estaba emocionado y orgulloso. Con la bandera republicana al cuello, explicó que la Fundación Juan Negrín es una de las primeras entidades que se integraron en el centro que preside y relató que la sede de su organización está en una estación de ferrocarril, cercana a la ciudad francesa de Toulouse, por donde pasaron 16.000 soldados españoles vencidos entre el 5 y el 12 de marzo de 1939. También allí, en Montauban, murió Azaña.
Habló Olivier Moch, nieto de Jules Moch, el ministro francés tan amigo de Juan Negrín que su amistad continua viva hoy en sus nietos. Olivier Moch, que también viajó desde Francia para poder asistir al acto, habló de la alegría que habrían tenido sus abuelos al ver lo que ocurrió este lunes en la antigua sede de la Caja de Reclutas.
El historiador, ahora vicepresidente del Gobierno de Canarias y en su momento presidente del Cabildo de Gran Canaria, José Miguel Pérez, subrayó que lo que hay en la sede de la Fundación Juan Negrín en referencia al archivo es “una parte del Estado” y Larry Álvarez, miembro del actual equipo de gobierno de la institución insular, cerró el acto con la promesa de que el apoyo continuará.
José Medina, presidente de la Fundación, y Antonio Aguado, secretario, hablaron del camino recorrido y de futuro. Ambos, junto al historiador Sergio Millares, son el corazón de esta enorme empresa.
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