De cuando aprovechar era una ordinariez

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Una notica sobre el deshielo de los polos y otras muchas sobre la crisis -macro y microeconómica- me ha hecho imaginarnos a todos subidos a un trozo de iceberg que flota en el océano, que se va derritiendo y del que vamos cayendo al mar como caía Leonardo Dicaprio tras el naufragio del Titanic.
El trozo de hielo sería lo que aún funciona en el mercado y el calor que lo va derritiendo, el paro que lo va royendo.
Sé que la imagen es tremebunda, pero la crisis lo es más. Tanto que ahora van pareciendo normales cosas que antes habríamos tachado de ridículas o quiméricas. A veces estos pensamientos llegan con asuntos nimios y no con temas de verdadero calado como la hambruna en el cuerno de África.
Esto me ocurrió hace unos días, cuando el portavoz del Gobierno de Canarias dijo en una rueda de prensa que quedaba descartado un recorte en las pagas de Navidad de los altos cargos de la autonomía. Escuché a Martín Marrero en el coche y, aparte de pensar en la disyuntiva sobre si sí o si no, sus palabras me dejaron en una sensación de irrealidad.
He visto en facebook una viñeta en la que se compara la muerte de Steve Jobs con la situación africana. Dice más o menos que una muerte (la de Jobs) afecta a millones, mientras que millones de muertes no interesan a nadie.
Es una de las claves que te dan cuando empiezas a estudiar periodismo, cuanto más cerca más importa. Somos sobre todo egoistas.
Salvando el hecho de que el recorte de las pagas es un asunto ridiculo del todo en comparación con la gran tragedia africana, la bobería me colocó en el tiempo en el que las administraciones canarias no parecían las propias de las modestas islas que siempre fuimos. En nuestros años de nuevos ricos.
Y pensé en cuánto daríamos hoy por todas esos euros, pesetas incluso, que rocíamos sobre actos de todo tipo, ceremonias bananeras y decorados suntuosos, a veces muy horteras, porque el señor nuevo cargo político no iba a sentarse sobre el sillón del anterior, que sus posaderas, criadas de siempre en sofas de eskai, ahora sólo admitían la piel más fina del mercado. Y la más cara también, porque no sólo había que tenerlo (el dinero), sino que también había que parecer que lo tenías y en apariencias se nos iba una fortuna.
Eran tiempos en los que segunda mano olía a fos y el verbo aprovechar era una ordinariez.
Entonces el hielo era ancho y fuerte y no podíamos imaginar de ninguna manera que alguna vez iba a llegar el deshielo.

2 Comentarios

  1. Pedro
    | Responder

    El título de tu post me ha traído a la memoria aquellos tiempos en los que habían zapateros remendones en cada barrio, en los que devolvíamos las botellas de vidrio vacías, en los que íbamos a comprar a las tiendas de aceite y vinagre con nuestros propios envases y cestas, en los que optimizábamos el gasto de papeles, lápices y gomas, en los que las madres zurcían las ropas de sus hijos y guardaban botones en sus costureros para cuando hicieran falta.
    Uno no es tan viejo, sin embargo ha tenido tiempo de ver la evolución desde una época de aprovechamiento hasta otra que supuso el auge del derroche. Pocos se preocupaban de dónde salían tantos bienes y sus respectivos envoltorios, ni tampoco a dónde iba a parar tanto desperdicio; pocos conservaban, pocos reciclaban, …la mayoría gastaba y consumía sin pena ni piedad. Ahora se vislumbra algún leve frenazo a esa locura consumista, pero no tanto por sensibilidad medioambiental sino por la crisis económica.
    Uno siempre ha sido como el inolvidable Colombo, aprovechador hasta la “ordinariez”, fiel con sus pertenencias, leal y agradecido con los recursos que nos da la Madre Tierra, de la que procura tomar sólo lo necesario. Habría que matizar eso de la ordinariez que incluyes en el título del post. ¿A quién ofende una gabardina maltratada por el paso del tiempo?, ¿a los jactanciosos y presuntuosos que no saben valorar al ser humano más que por lo que viste?, ¿a los que exhiben pompa, poder o riqueza porque no conocen las virtudes del Hombre? Quién sabe, quizás nos volvamos más sensatos gracias a la crisis, quizás regresemos a un tiempo en el que el verbo ostentar sea una ordinariez.
    Saludos.

  2. Hola Pedro veo que hablamos en el mismo idioma. Saludos.

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