Parecidos y herencias

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La noche del jueves estuve en una reunión donde se habló de educación y niños. Y una de las participantes expuso que a veces se sorprendía a sí misma diciendo a sus hijos las mismas palabras que su madre le había repetido a ella de niña. Todos los demás estuvimos de acuerdo. A la mayoría nos pasaba lo mismo: dábamos a nuestros hijos las mismas recomendaciones que nos habían dado nuestros padres.


doble.jpgA mí eso me suele pasar por la mañana, cuando estoy jaleando a mis hijas para que desayunen y se vistan con rapidez para que no pierdan la guagua del colegio. En esos momentos es cuando me sale advertirles que de pronto se hace tarde Esa frase me la decía a mí mi madre cuando era niña y permaneció dormida dentro de mí durante años, hasta que me llegó el momento de utilizarla.
Cada día me voy pareciendo más a mi madre y a mi padre, no sólo en las expresiones, también en la forma de hacer muchas cosas. Otras las he mejorado y muchas las hago peor. Hay una evolución, no una ruptura.
Esta herencia de decires y haceres tiene su equivalencia en el físico. A veces, cuando estoy en el pediatra o en el colegio, en alguna situación en la que hay niños y padres y no tengo otra cosa que hacer más que dedicarme a observar, me fijo en los parecidos entre unos y otros e imagino cómo serán esos niños de mayores a partir de cómo son ahora sus padres. Y viceversa: cómo fueron los padres de niños, a partir del físico de sus hijos.
Yo, en el físico, no me parezco a mi madre, soy más bien un calco de mi padre. Y por lo visto lo he sido toda la vida, porque de niña mis tías me lo repetían bastante. Pero tengo amigas que salen a sus madres y que, a medida que han ido entrando en la madurez, han ido adquiriendo un parecido asombroso. Ocurre que están llegando a la edad que tenían sus madres cuando yo las conocí.
Así nos perpetuamos, a través de nuestros rasgos físicos, pero también mediante ideas, palabras, manías, miedos y costumbres que legamos casi sin darnos cuenta a los que nos siguen en la cadena. Me pregunto qué expresiones mías repetirán mis hijas a las suyas cuando tengan la edad que yo tengo ahora y se sorprendan a sí mismas diciéndose: «¡Pero si parezco mi madre!»
(Clarita/Morguefile)

6 Comentarios

  1. Cuinpar
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    Hola!
    Una de las cosas que más me repateaba de mi madre y de mi abuela era que para meterme prisa se inventaran la hora. Cuando se hacía tarde, o ellas así lo creían, aumentaban media hora o una hora, así, a ojo, y como yo nunca he usado reloj, pues me lo creía. De todas maneras, creo que no lo hacían con intención, sino que vivían en otra dimensión temporal. Para ellas, que estuvieras en la cama a las nueve de la mañana era equivalente a : «¡¿Sabes que ya es mediodía y tú estás todavía ahí, acostada?!» Lo que yo te diga, un vórtice temporal.
    Lo peor de todo es que yo también me he sorprendido usando esas mismas frases, y otras, y hablando con refranes, como mi abuela. Y eso que no tengo hijos. :-/
    Un abrazo,

  2. Ángeles Arencibia
    | Responder

    Cuinpar: Yo también me invento la hora, je,je, como hacía mi madre. Pero sólo adelanto un cuarto o como mucho media hora para que se duerman antes.

  3. Virtualmente anónima
    | Responder

    Hola Angeles. Ayer leí uno de esos emails en pps (powerpoint), que cirulan por la red, que precisamente daban una especie de «repaso»tanto a padres como a hijos en edades adolescentes, y más concretamente a una frase…No te metas en mi vida. Era un mensaje con una música muy bonita, unas fotos muy sugerentes y llamativas y unas palabras que te hacían pensar, y mucho…acerca del sacrificio que supone desde el momento de la gestación (con todas las incomodidades que todas las que somos madres conocemos…), con todas las angustias, los sobresaltos cuando en plena reunión laboral te llaman para decirte que …tu hij@ se ha caído, como dejamos salimos pitando y dejamos todo de lado para estar ahí, a su lado aunque sólo resulte ser al final un simple chichón…y cómo cuando pasa el tiempo todos, al parecer hay pocas excepciones (yo aún no he llegado a vivir las vicisitudes de esa temida edad adolescente), escuchamos el No te metas en mi vida…y como decía el powerpoint…¿como que no me meta en tu vida?…Tu, te metiste en la mia, y desde el principio lo asumí…y respondí y sigo respondiendo…en fin, que al leer este post me recordó a ese mensaje tan descriptivo y tan cierto. (Te lo enviaría, pero no sé hacerlo en un blog…)Yo creo que en general la genética manda en lo físico y en el carácter, pero que en la adolescencia muchos pronunciamos esa frase de manera irascible, rebelde, típica del que está creciendo y que ignorantemente se cree que se las sabe todas…en fin, que a mi como madre me da miedo¡¡¡¡ menos mal que es una edad pasajera (y hormonal) que en realidad nos hace un paréntesis en la vida para luchar por ser quienes creemos que somos sin ni siquiera saber por donde andamos, y al final, el ciclo, nuevamente se perpetúa. Nuestros hijos nos dirán lo mismo que nosotros dijimos a nuestros padres. C´est la vie¡¡¡¡ Al final, cuando todo eso pasa descubriremos al fin quiénes somos y a quién nos parecemos definitivamente…Enhorabuena por ese Virtualario que leo cuando tengo tiempo. Por reminiscencias del pasado, porque antes de llegar a esa adolescencia que hoy temo, tuvimos la ocasión de compartir el mismo cole, el mismo uniforme y los mismos profesores en el colegio de las Dominicas. Así que cuando hablas de esas épocas, sé de lo que estás hablando. Y por cierto, yo no sé tu, pero yo guardo un gratísimo recuerdo de la Srta. Pepi, ella supo transmitirme a mi por lo menos el amor y el gusto que todavía continúa por la literatura y por la historia. Tuve grandes profesores, pero a ella siempre la recuerdo de una manera especial. Un saludo afectuoso de una antigua compañera de la pre adolescencia.

  4. emma
    | Responder

    qué bonito! por eso se dice que los hijos te ligan al pasado y además te proyectan al futuro. qué reflexiones más bonitas haces

  5. Ángeles Arencibia
    | Responder

    Virtualmente anónima: Querida antigua compañera de recreos en el patio rojo y de fichas de literatura con la señorita Pepi (yo también le echo buena parte de culpa de mi adicción a la letra impresa en general, y guardo un excelente recuerdo de sus clases), bienvenida a este tu blog. Mis hijas no han llegado aún a la adolescencia, aunque ya empiezo a vislumbrarla con la actitud que a veces adopta mi hija mayor que básicamente resumiría con la frase «de qué se trata que me opongo». Espero que pase como tu tan bien describes y que después del sarampión de la adolescencia, las aguas vuelvan a su cauce. Ahora me dejas mosqueada pensando en quién podrás ser. Un abrazo.

  6. Ángeles Arencibia
    | Responder

    Emma: Gracias miles.

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