Cuando allá por el mes de mayo los mexicanos enfermaron de una cosa que se llamó fiebre porcina, aquí, en Europa, observamos la situación con una actitud cercana a la indiferencia. Después el virus cambió de nombre, dejó el reino animal y ahora lleva uno muy serio y enigmático: es el A H1N1. También dio el salto y desde América se extendió por todo el planeta hasta convertirse en una pandemia. Ahora está tan cerca que quién sabe si ya lo habremos respirado. Es un virus muy cosmopolita y, a la vez, del vecindario.
Ésta es una de esas situaciones en las que la alarma se retroalimenta a sí misma y basta que no se quiera crear para que aparezca por todas partes. No puedes informar ni dejar de informar, en ambos casos generas incertidumbre. Si lo dices, porque lo dices, y, si no lo dices, porque no lo dices.
Con la mosca tras la oreja aunque nos aseguren que el virus es muy flojito y que apenas tiene fuerzas para lastimarnos, asistimos al goteo diario de información. El aumento de casos es galopante y el número de muertos, preocupante, no porque sean muchas, -en realidad son poquísimas-, sino porque ocurren.
En medio de todo este batiburrillo de palabras nuevas y temores fundados o no, surge la tragedia de Mohamed y Dalilah, una pareja que hasta hace unas semanas no era nada más que un par de jóvenes que esperaban un hijo, creo que el primero. En muy poco la tiempo la feliz familia pasa de la alegría al horror, del anonimato a la plaza pública.
La muerte del bebé Rayan -«un error terrorrífico», como dijo el gerente del Gregorio Marañón- es el colmo de los colmos, el no va más de la tragedia. Ahora se ha sabido que la enfermera que al parecer equivocó la vía por la que debía proporcionarle el alimento es una profesional que cubría la ausencia de una compañera, o sea que ella no debía estar en neonatología. La culpa de lo ocurrido me temo, no es solo suya.
La muerte de Rayan en una sucesión de desgracias. Primero enferma de gripe A su madre. Su estado es tan crítico que los médicos optan por practicarle una cesárea antes de que muera. El bebé se salva y nace sano, sin virus de la gripe A, pero va un día una enfermera, se equivoca, y lo mata. Lo increible del asunto es que ni la enfermera ni el bebé debían estar allí. La enfermera porque aquella unidad no era la suya y el bebé, porque su lugar era el vientre de Dalilah y no la incubadora de huérfano prematuro.
Y aún nos queda mucho por ver, la directora general de la OMS, Margaret Chan, ha expresado sus temores por el hecho de que no será posible producir vacunas para toda la humanidad. Chan augura que las vacunas se las quedarán los países ricos. Como siempre, añado yo.
(Un familiar de Rayan llora por su muerte, en una foto tomada esta mañana en Madrid. La foto es de Ballesteros, de la agencia Efe)
Ninguno estaba en su sitio
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ELIA
Me parecio tristisima la noticia de este pobre «bebito» .
Error terrorifico , por supuesto pero factible porque somos humanos.
Pobrecita la enfermera que lo cometio ,irremediable.Sera una losa para toda su triste vida.
antonieta patateta
al final la originalidad de la desgracia es lo que nos hace percatarnos de ella, otras veces la sucesión de desgracias como el caso de Rayan, de cualquier lo que queda, es ese poso de tristeza que algunos compartimos.
Cuinpar
El otro día le preguntaba a un amigo que trabaja en sanidad y está muy puesto en esos rollo que si deberíamos preocuparnos por la gripe A. Me dijo «a partir de octubre, sí». Le pregunté: «Entonces, tendremos que vacunarnos, ¿no?» y la respuesta fue: «bueno, sí, pero la vacuna no va a estar hasta diciembre…»
:-s