El otro día tuve la suerte de encontrarme con dos mujeres que conocí hace años. Dos personas que forman parte del decorado de dos etapas distintas de mi vida. Digo decorado porque en ambos casos se trata de conocidas más que amigas, de personas con las que compartí algún momento sin llegar nunca a estrechar más lazos que el saludo afectuoso y cortés. A ambas las traté a través de personas interpuestas, eran amigas de amigos, extensiones de pandillas que tuve en otras épocas.
No sólo tuve la suerte de encontrarlas, sino también el buen tino de saludarlas. No sé, si en efecto, se acordaban de mí o sólo tuvieron la cortesía de decir que sí cuando yo les expliqué de qué venía el conocimiento.
Saludarlas fue, en cierta medida, recuperar un poco de aquellos tiempos, que ahora recuerdo con nostalgia. El encuentro me dejó un regusto agradable y me quedé pensando en los estratos geológicos; en que la vida está hecha de capas, como las de una cebolla.
Aquellos dos encuentros me llevaron a una capa antigua, situada muy cerca del corazón de la cebolla de mi vida. Comprenderlo me produjo un poco de vértigo porque me hizo ver la multitud de capas que ya tiene encima.
(Foto: Rosevita/ Morguefile)
La vida como una cebolla
Publicado en: reflexiones
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antonieta patateta
Querida cebolla, no nos importa el número de capas que tengas sino que no te partas nunca, para no hacernos llorar.
Ángeles Arencibia
No me hagas llor-reir.