Algunas de las experiencias más gratificantes en los 20 años largos que llevo en este oficio son las que me ha proporcionado el reportaje de barrio.
Se trata de un subgénero de la historia humana que se caracteriza porque los protagonistas son gente humilde, por lo general generosa, y dicharachera una vez que se ha roto el hielo.
Cuando te mandan o te mandas a hacer un reportaje a un barrio puede que, por la naturaleza del tema, te tengas que tirar a la plaza tan indefensa como un paracaidista en tierra enemiga.
Te lanzas sin pensártelo mucho y te acercarte con tu mejor sonrisa a la persona que te parece menos agresiva para decirle aquello de que eres periodista y quieres hacer un reportaje.
Lo normal es que se muestre esquiva y desconfiada … hasta que se abre la puerta. Eso sucede cuando logras romper la línea que separa a un extraño de un congénere y te empiezas a entender.
Suele ocurrir que lo que comienza de forma tímida con una vecina acabe en manifestación.
Así, si el encuentro se produce en un bloque de pisos, bajan de toda la escalera, amarrándose las batas a toda prisa y arrastrando sus mejores cholas.
Si es en un barrio de casas bajas, las vecinas cruzan de acera para aportar algo, una idea, un recuerdo, una taza de café o un ¿usted no será prima de …?
Es habitual que la presencia de extraños -mucho más si uno de ellos está haciendo fotos- atraiga a otras personas del barrio. Hablamos de ecosistemas pequeños y endogámicos, donde todos se conocen, a veces desde hace generaciones.
Hay barrios dulces con historia, modestos pero con mucha categoría y otros donde la miseria tiene un olor intenso que se pega a la ropa.
En algunos sitios las mujeres no paran de fumar, todos los niños son gordos y los hombres dan un poco de miedo, pero hasta en estos lugares puedes llegar a sentirte como en casa a poco que te dejes ir.
A menudo la entrevista se convierte en un griterío en el que todos intentan meter baza.Otras veces te acompaña una comitiva a la casa del que sí, seguro, tiene lo que buscas.
De estos lugares donde las mujeres tiene cholas de fiesta y cholas de diario, he salido muchas veces llena de besos, con historias estupendas garrapateadas en la libreta, y las pilas cargadas de optimismo.
Las cholas de fiesta
Publicado en: anécdotas periodísticas
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Sergio Naranjo
Es que las cholas, es lo que tienen. A diario son muy arrastraditas, pero de fiesta es cuando hay que verlas, señora… Y siempre habrá una chola que nos haga quejar…
Saludos maúros.
Sergio Naranjo
A estas horas de casi empezar a trabajar, que está uno más despejado, aclaro el recuerdo que me sobrevino cuando leí lo de las cholas.
El «Chistera», verano de 1987, platea, lleno. Abajo, en el escenario, aquel Manolo Vieira pletórico nos cuenta la vez que Maruquita se quitaba la chola y salía detrás de Alersi a darle un cholazo en las nalgas, moviéndose de aquella manera que únicamente Manolo era capaz de imitar.
Mientras, a nosotros no nos llegaba el aire a los pulmones, de la risa.
¿Quién no sufrió los rigores de la parte baja de alguna chola, de aquellas de Calzados Machín, Triana 20, que se vendían en bolsas rojas y letras negras?
Yo, por lo menos, cada vez que le subía la tensión a Irenita hasta valores prohibidos, resultaba marcado de rojo y negro… en las nalgas.
Ángeles Arencibia
Ja, ja, Sergio, muy bueno.
Sergio Naranjo
¡Uf! Triana 21, que el 20 era la acera de arriba y allí estaba La Caja.