Cuando paso varios días sin entrar en las bambalinas del blog, tengo que dedicar un minuto a limpiar y no es polvo, es el spam que prolifera como la mala hierba.
No es que no me acuerde de mi pobre Virtualario, es que los asuntos urgentes me pueden y algunas cosas importantes se quedan siempre para más tarde.
Me rondan ideas para contar en este pedazo de web, pero no las llego a escribir porque se ponen viejas y enseguida caen otras encima. Menos mal que no se pierde mucho.
Ësta la atrapo al vuelo porque es un recuerdo que me lleva a los años de mi pleistoceno personal y al siempre maravilloso recuerdo de mi madre.
El recuerdo que me lleva a la idea en cuestión es la visión de mi madre hablando -no cre que a mí, pues yo sería una ratilla chica- de una señora peruana que ayudaba en casa y que creo que se llamaba Diva.
«La Diva», como decía mi madre fiel a su crianza catalana, le contaba que las tardes de los domingos las pasaba en la playa con su marido y su única hija.
El marido pescaba, la niña tiraba piedras a la marea y Diva se dejaba llevar por los recuerdos.
Mi madre lo contaba como el colmo de la felicidad. «A veces no hace falta más», decía.
La felicidad según Diva
Publicado en: en primera persona
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Gustavo
Todos debemos saber encontrar nuestra felicidad. Por suerte, no existe una llave mágica para ello y no funciona en todos de la misma manera y ni siquiera en nosotros mismos en distintos momentos.
En mi modesta opinión, la felicidad la podemos hallar cuando disfrutamos de todo aquello que tenemos y nos olvidamos de lo que no poseemos. Simplemente hace falta cerrar los ojos e intentar que todos nuestros sentidos se pongan en funcionamiento.
Ángeles Arencibia
De acuerdo contigo Gustavo.